Hay en la Iglesia
un impulso
a desarrollar
«los
ministerios eclesiales
capaces de rejuvenecer
y de refomar
su
propio dinamismo evangelizador»
En algún lado se ha dicho: "ministerios nuevos, ministerios laicos". El carácter de nuestro Movimiento nos lleva a prestar atención a esta realidad de la Iglesia postconciliar. Queremos hacerlo a través del documento de Pablo Vl, Anunciando el Evangelio, nº 73.
«Los laicos —dice el Papa— también pueden sentirse llamados a colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles».
Hay en la Iglesia un impulso a buscar «formas cada vez más adaptadas a anunciar eficazmente el Evangelio». Como también, a desarrollar «los ministerios eclesiales capaces de rejuvenecer y de refomar su propio dinamismo evangelizador».
Pablo VI se refiere explícitamente a ministerios laicos: «La Iglesia reconoce un puesto a ministerios sin orden sagrado, pero que son aptos para asegurar un servicio especial a la Iglesia». Estos ministerios han de desarrollarse con un sentido de unidad de la Iglesia a la que sirven como cuerpo de Cristo y Pueblo de Dios.
Es interesante la lista que Pablo VI propone de estos ministerios, sin ánimo de agotarlos; abierto al impulso creador del Espíritu:
• Catequistas
• Animadores de la oración
• Animadores del canto
• Cristianos consagrados al servicio de la Palabra de Dios
• o a la asistencia de los hermanos necesitados
• Jefes de pequeñas comunidades
• Responsables de Movimientos apostólicos
• Otros responsables…
Esta lista deja la sensación de aire fresco en la Iglesia. Es el soplo actual del Espíritu Santo. De ese Espíritu Santo sin cuya acción no habrá evangelización posible (cf. nº 75). De ese Espíritu al que hay que «invocar constantemente con fe y fervor» y del cual hay que «dejarse guiar prudentemente como inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su actividad evangelizadora» (nº 75).
Habrá verano con frutos porque la primavera ha comenzado en la Iglesia. Dejemos que el Espíritu del Padre inunde con su poder nuestra vida y el Evangelio volverá a ser atracción de vida para los pueblos cada vez más embotados por el materialismo e insatisfechos por el ritmo incontrolado de la historia. Porque, como decía una joven, Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce.
A Él —camino único de salvación— la gloria y la alabanza del hombre.
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© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |