«Busquen
la identidad
en la Palabra»




«La Palabra
y la oración
son medios
muy eficaces»




«Manténganse unidos
para esperar
lo que del Padre provenga»

«No piensen
en el tiempo, piensen
en la Obra»




«Trabajen
para que
la Obra crezca»




«Manténganse humildes
a la gracia
de la Obra»


«Sean simples siervos»



«Exhorten
a los demás
a la confianza
en la Providencia
y a la esperanza»




«Compartan todo. Hasta el sufrimiento
de los asesores»

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 7
 

El Movimiento de la Palabra de Dios

Cada gracia es una semilla. Cada semilla es un misterio de vida e historia escondida. Si la semilla brota, se transforma en planta. De otro modo, semilla solitaria, queda sola e infecunda.

Frente a una semilla no sabemos cuál es el misterio que encierra su cáscara. No sabemos si de ella saldrá una hierba o un arbusto. La imaginamos según lo que estamos acostumbrados a ver y vivir. No se nos ocurre la excepción, la novedad, porque ésta nos desconcierta, altera la imagen de lo que vivimos.

Nosotros estamos acostumbrados a tener plantitas que luego de un ciclo conocido, mueren. Otras vienen a reemplazarlas y cubrir su ausencia y olvido. Como ocurre en la vida de los hombres…

No sucede así en la Historia de la Salvación escrita por Dios en las páginas de los siglos. En ella Dios revela un obrar personal y creador de situaciones de gracia para los hombres, de gestos novedosos para su Iglesia. Dios sorprende llamando a Abraham y sacando, de su esterilidad, un pueblo. Dios es incomprensible y por eso manda a Moisés que libere a su Pueblo de la esclavitud sin más autoridad que el mandato y el poder del «Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob».

A Dios no se lo comprende. Se puede hablar de Él, de sus atributos… pero se está ante el Misterio. El hombre se encuentra con Dios por la fe. Esa fe que dice: "Dios trasciende la muerte. Creo en la Resurrección de Jesucristo Crucificado". El Pueblo de los creyentes se hace Comunidad de Iglesia. Es la Historia de la Salvación que Dios continúa a través de los siglos por repetidos hechos de salvación: es la historia santa de la Iglesia.

En la pequeñez de nuestros días y en la grandeza de Dios podemos mirar lo que sucede entre nosotros. Y nos gusta imaginar —en la perspectiva de la fe y del tiempo— como una semilla de gracia, aquellos dos retiros de setiembre de 1973.

Parecían dos retiros más; uno del Colegio Ana M. Janer (Flores) y otro del Colegio Hijas de Jesús (Belgrano). Y sin embargo fueron distintos. La gracia que les daba allí, el Señor, era una semilla para ser cultivada: la oración espontánea en grupos.

Hoy nos admiramos. De esa semilla de Palabra y oración, de Eucaristía y fraternidad —fecundada en los retiros de Pascua— no salía una plantita más; crecía un arbusto con vocación de cobijar en él a los hijos dispersos de Dios en la Tierra (cf. Mt 13,31-32).

Desde 1974 hasta el presente, crecieron y se desarrollaron los grupos juveniles de oración. Ellos integraron al grupo de Córdoba y ayudaron en comunión de espíritu a la generación de los grupos hermanos de Vicente López y de la Santísima Trinidad (Triju).

Todo caminar expresa su vida en un desarrollo. Fueron surgiendo el Cuerpo de Coordinadores, la revista CRISTO VIVE Aleluia!, las fraternidades, la Misa de Padres… Los jóvenes adolescentes crecían en fe y en Espíritu mientras llegaban a los umbrales de la vida universitaria.

En enero de 1976, el Señor nos regala concretar la inspiración de un Cursillo de Evangelización para universitarios. Era el modo de dar una síntesis de espiritualidad a los hermanos que pasaban al nivel terciario de educación. El suceso coincidió con la publicación del documento de Pablo VI, Anunciando el Evangelio. Esto nos dejaba el sabor de una tácita confirmación del Cursillo por parte del Espíritu, «agente principal de la evangelización».

Del Cursillo surgió la Comunidad Universitaria de Evangelización que ese año estudió el documento ya nombrado de Pablo VI. También es el año en que se forma el primer grupo de oración de padres.

Todos estos "pasos de Dios", fermentados en la fraternidad, la oración y el servicio, fueron dando progresivamente a la Comunidad Universitaria, conciencia de Movimiento de Evangelización en la Iglesia.

En una editorial, CRISTO VIVE nº4 reflejó un momento de esa concientización. Decíamos entonces —junio de 1976— que en nuestros grupos «encontramos como centro la Palabra de Dios hecha Pascua y celebrada en la Eucaristía». Y añadíamos: «podemos caracterizarnos como grupos de la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu».

Esa conciencia fue aumentando colectivamente a lo largo del año '76. Y diversas gracias personales, grupales y de circunstancias eclesiales afirmaron nuestra identidad:

«Busquen la identidad en la Palabra».

«La Palabra y la oración son medios muy eficaces».

«Manténganse unidos para esperar lo que del Padre provenga».

«No piensen en el tiempo, piensen en la Obra».

«Trabajen para que la Obra crezca».

«Manténganse humildes a la gracia de la Obra».

«Sean simples siervos».

«Exhorten a los demás a la confianza en la Providencia y a la esperanza».

«Cada uno tiene sus funciones. Ejercítenlas».

«Compartan todo. Hasta el sufrimiento de los asesores».

«El Padre está presente también en los momentos malos».

«¿Acaso el Hijo no fue el que venció en las persecuciones?»

Con palabras como éstas y otras semejantes, el Señor nos movía con su inspiración a seguir el camino de la fidelidad al Espíritu.

Al tiempo en que hacíamos conocer el desenvolvimiento de la Obra a la autoridad eclesiástica, vino a nuestro conocimiento un texto conciliar. El mismo parecía expresar los anhelos que el Espíritu Santo creaba en nosotros como Obra.

Es un texto, a la vez, misionero y carismático. La Iglesia reconoce allí el movimiento del Espíritu en orden a la creación de nuevos institutos para la evangelización. Lo reproducimos:

«Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe el deber de propagar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípulos llama siempre a los que quiere, para que lo acompañen y enviarlos a predicar a las gentes (Mc 3,1-35). Por lo cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye los carismas según quiere para común utilidad (1ª Cor 12,11) inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y suscita al mismo tiempo en la Iglesia, institutos que reciben como misión propia, el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia» (Ad Gentes, 23).

El segundo Cursillo de Evangelización, llevado a cabo en enero de este año, contribuyó a la sedimentación de la conciencia que el Señor nos ha otorgado progresivamente. Conciencia sencilla de un Movimiento para la evangelización que toma su nombre de la Palabra de Dios.

«La finalidad del Movimiento —decíamos en un informe presentado al Cardenal Aramburu— es colaborar con la Iglesia en la evangelización del mundo moderno según las actividades descriptas y las que la gracia del Señor vaya suscitando en él».

No es nuestra intención hablar aquí ni de las actividades, ni de los distintos grupos de compromiso de vida y servicio que integra y realiza el Movimiento.

Sólo queremos agregar: a EL MOVIMIENTO DE LA PALABRA DE DIOS básicamente lo constituyen los universitarios salidos de los grupos juveniles de oración (estudiantes secundarios) que han profundizado su opción de fe en el Cursillo de Evangelización.

El Movimiento se ofrece así como posibilidad de seguir creciendo, en el compromiso de fe, a los jóvenes que han finalizado sus estudios secundarios. El Movimiento es un ambiente donde el universitario va fraguando junto con sus estudios, un estilo de vida profesional, familiar, apostólico o consagrado, digno del Evangelio de Cristo.

El Movimiento es una planta tierna. ¿Qué otras ramas tendrá? ¿Saldrá de él una rama familiar que realice la "iglesia doméstica", anhelada por el Vaticano II y reclamada por la Iglesia de la Argentina? ¿Qué papel podrá tener en todo esto, el incipiente grupo de padres?

¿Cuánto podrá crecer aún la planta, a la vez, tierna y vigorosa, en medio de múltiples contradicciones y límites que la cercan? ¿Cómo se desarrollará, desde la Iglesia, su servicio frente a la necesidad primaria de la evangelización que tiene el mundo?

Una cosa sabemos. Que nuestra respuesta de crecimiento está en caminar fielmente la Providencia del Padre con una fe semejante a la de Abraham (Heb 11,8-10).

Esa fe se enraíza en la oración desde la que el Espíritu Santo guía a los discípulos de Jesús en la Comunidad de su Iglesia para gloria de Dios Padre y Salvación de los hombres.

P. Ricardo
Cristo Vive Aleluia!
Nº 7, p. 14 (1977)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.