— … al hacer un Dios de todos en la oración, logramos que ese Dios sea algo personal, es decir, cuando nos dijeron que rezáramos era algo que hacíamos de memoria, y no le dábamos a las palabras el verdadero valor que tienen. En la oración logramos que cada uno diga al Señor lo que quiera expresarle, aunque nos sentimos indignos como siempre de dirigirnos a Él.
En esa reunión que logramos, tenemos una descarga de toda la semana, de todo lo que somos, de lo indignos que somos, y así descargamos y recargamos las baterías para la próxima semana lograr algo que, sincera y personalmente, era imposible de lograr, algo que creíamos estaba vedado para nosotros, porque decíamos: "los grandes tenemos una corteza que es imposible de derruir", "es algo de lo que no nos podemos despojar", "es imposible dirigirnos a los jóvenes"; es que los veíamos a éstos tan alegres y, la verdad, estábamos envidiosos de que esa alegría fuese un don de la comunicación con Dios. Y al transcurrir el tiempo vemos que no es imposible; es cuestión de ir pagándolo en cuotas, aunque lo que vamos recibiendo es tanto que, sinceramente, nos dan ganas de pagar todas las cuotas juntas. (Jorge C.).
— Yo quería agregar que entramos al grupo de padres empujados un poco por los hijos, que en la oración de padres aprendemos a amar al prójimo, que vamos recargando las baterías, como dice el hno. Jorge, porque por sobre todo sentimos la presencia de Dios en cada reunión, que se hace natural en nuestros hogares y en nuestros trabajos. Ya medimos las cosas con otra vara; no le damos tanta trascendencia a los valores materiales; por sobre todas las cosas vemos en el prójimo la figura de Cristo que nos permite entonces ser mucho más tolerantes y amarlos. (Héctor P.).
— Otra de las cosas muy importantes, por lo menos para mí, ha sido la modificación del trato familiar. Yo creo que es fundamental el hecho de que los hijos lleven a los padres y que les hagan ver cómo la oración puede modificar las cosas.
Hasta ese momento éramos los padres los que dirigíamos a los chicos a distinto nivel y en distintas cosas; en cambio ahora se produce algo de lo contrario también: los hijos son los que se encargan de llevar a los padres, por suerte, por la buena senda.
Pero fundamentalmente lo que quería comentar es la modificación que se produce en la relación entre padres e hijos; se trata de una relación directa de hermanos, ya no hay tanta frialdad. Además, cuando el padre está en lo que está el hijo se produce algo que yo siempre tuve muy en cuenta, que es la transparencia que hay en la familia; y cuando el padre puede dar a conocer a la familia en qué está el hijo también, es excepcional. Creo que eso es algo que tiene más valor que nada. Esto puede ser un pequeño testimonio para invitarlos a ustedes a que formemos una familia numerosa. (Humberto S.)
— A mí, por ejemplo, me pasó algo muy simple: yo estaba hace muchos años enferma en un estado depresivo, y estaba psicoanalizándome y no conseguía salir de eso. Cuando mi hija comenzó a venir al grupo, ella tenía una alegría que se transmitía a nosotros, y yo pensaba: ¿qué será eso? ¿cómo será? ¿de dónde viene? Pensé en probar e ir un día.
La primera vez tuve un poco de miedo de estar delante de todos mis hermanos que sabían hacer tantas cosas buenas. Y comencé a sentir una alegría, algo brotó de mí. Y el médico no sabe realmente qué es lo que me pasa, porque tratándome de la misma manera surgió algo bueno de mí, y él me ha puesto para que yo ayude a otros enfermos.
Yo creo que todo ha comenzado acá (Grupo de padres), porque el médico me dice: ¿qué te pasa ahora que estás de esta manera, tan distinta? ¡Cómo has cambiado! (Olga de O.)
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