Optar es
dar un paso de fe.
Significa elegir
al Señor
y
dejar que
Él nos guíe
Optar es
poner nuestra confianza en
el Señor Jesús
y permanecer
fieles hasta las últimas consecuencias
María es la imagen que como Movimiento y a nivel personal debemos tomar con respecto a nuestra opción por Jesús y su Palabra. El Señor nos pide que concretemos y solidifiquemos esa opción, y ¿quién mejor que María para enseñarnos?
Nuestra Madre vive la plenitud del Espíritu en todo tiempo, tanto en el Magnificat como en el Calvario. Su opción es igualmente fiel en ambos momentos. Ella hace camino de renuncia para apurar la hora de la concreción de las promesas del Padre.
María nos muestra cómo mantener la opción por Jesús en un mismo nivel de fidelidad. Y esto puede ser así porque el Padre es fiel. Se trata de ver en el corazón que no somos nosotros los fuertes que "aguantamos lo que venga", sino que somos débiles y pequeños; y que el Grande y Todopoderoso es Dios. María es "la pequeña" en quien se manifiesta la grandeza del Señor.
No queramos nosotros ser "grandes" o "estar bien" para que se manifieste, pues precisamente gusta de hacerlo en los pequeños y en los pobres, cuando todo es oscuridad y no se ve dónde se pisa.
Optar es dar un paso de fe. Significa elegir al Señor y dejar que Él nos guíe. Optar es poner nuestra confianza en el Señor Jesús y permanecer fieles hasta las últimas consecuencias.
Hay que renovar la opción original que hicimos por Él y fortalecerla a partir de las gracias recibidas, para permanecer de pie en las luchas. El Señor nos quiere caminando ya; no se puede "esperar", hay que vigilar y andar en todo momento. Tenemos un camino de lucha, que no es contra enemigos humanos sino contra «los Principados y Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que residen en los aires» (Ef 6,12).
Como condición indispensable de esta opción debemos mantener la entrega y la alabanza. Toda situación debe ser puesta en manos del Padre providente, manteniendo en todo tiempo, al igual que María, nuestro corazón en alabanza. Entonces permitiremos al Señor que pase con su Espíritu a través nuestro, desatando las cadenas que nos quitan la libertad interior.
Permanecer en alabanza es dejar al Espíritu que nos fortalezca y alimente con su fuerza inagotable. Jesús quiere una vida en el Espíritu para nosotros; que lleguemos a una plena integración humano-espiritual. Esto se da en María desde su concepción inmaculada, en nosotros aparece como un proceso a lo largo de la vida.
¿Estamos dispuestos a entregarnos de verdad, por sobre nuestros límites y aunque nos cueste, para que Jesús pueda llevar a cabo su obra?
Dios quiere que vivamos plenos y felices en su Espíritu que nos hace hijos suyos. Es promesa del Padre que se cumplirá en nosotros. Ahora vemos el presente, que nos parece oscuro e incierto, pero Él ve más allá, ve adónde nos conduce este camino: hacia su misma Casa, hacia ese Cielo donde todo es Luz. Mientras tanto nuestra antorcha es el Amor de Dios que ilumina nuestro sendero y no permite que seamos confundidos por la oscuridad de nuestras situaciones o de nuestros pensamientos.
La opción fiel es dar cada paso con la fe de María, confiando en que nada ni nadie nos puede apartar de Jesús. Hay que aprender a vivir como María con un corazón simple: viviendo la hora presente con la alegría del Evangelio, en la "lógica" de la Cruz, en la entrega de Jesús… No vale decir "no doy más", porque está escrito: «Para Dios no hay nada imposible» (Lc 1,37).
¿Sabemos pasar nuestras situaciones con la alegría de vivirlas entregadas a Jesús? ¿O nos paramos a mitad de la entrega y nos desanimamos? Los apóstoles, después de haber sido azotados, «marcharon del Sanedrín contentos de haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús» (Hch 5,41).
El Señor, a través nuestro, quiere derramar su amor en todo lugar. El amor quiere contagiarse y hacerse alegría común. En el camino de comunidades que hacemos, el Señor nos quiere conformar como una auténtica comunidad cristiana, comunidad de vida en el Espíritu, de anuncio del Evangelio y de renovación de nuestras vidas por la Palabra de Dios. Sólo resta que nos animemos a dar el paso trascendente, a dar el sí desde la conciencia de nuestra pobreza. Sólo resta que nos abandonemos a Él, como María, fuertemente arraigados en la Palabra.
Cuando demos este paso seremos realmente comunidades que viven anunciando el Nombre salvador de Jesús y que con su vida de verdad comunitaria cuestionan a los hombres.
El Espíritu del Señor viene a hacer comunidades entre nosotros. Viene como Amor de Alianza que funde a la Comunidad Trinitaria del Cielo con nuestras comunidades peregrinas en la tierra.
Al igual que María, tenemos un llamado de Jesús a la vida en el Espíritu. Él vino para que tengamos una Vida nueva a partir de su Pascua. Hagamos plenamente pascual nuestra opción por vivir en la fidelidad del amor.
El Padre nos está esperando en la puerta de la Casa para abrazarnos y hacernos entrar. María ya está allí. ¿Qué esperamos? Corramos hacia Él. Amén. Que así sea.
Silvia B. |
© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |