María es
presencia sacramental
de los rasgos maternales
de Dios.
María es
garantía
de la grandeza femenina,
muestra la forma específica
de ser mujer
María, la Madre de Dios, la «llena de gracia», la obra maestra del Espíritu Santo, la servidora del Señor, es modelo de femineidad para todas las mujeres. «Participando del Señorío de Cristo Resucitado, con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan» (DP 288; LG 62). «Se trata de una presencia femenina que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida. María es presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios» (DP 291).
María es mujer. En ella Dios dignificó a la mujer en dimensiones insospechadas. En María el Evangelio penetró la femineidad, la redimió y la exaltó. María es garantía de la grandeza femenina, muestra la forma específica de ser mujer (cf. DP 299).
Una sociedad que valorase exclusivamente lo masculino sería fría y dura, y a la larga se destruiría a sí misma, así como la que sólo encarnase valores femeninos no sería lo bastante fuerte para sobrevivir. El hombre debe ser moderado por la amabilidad y la misericordia para ser creativo y fecundo, así como la mujer debe ser práctica y lógica para balancear su naturaleza más sensible.
En nuestros días, la mujer profesional enfrenta una crisis de identidad. La educación que ha recibido le ha abierto vastos horizontes; sin embargo, en su lugar de trabajo se ve obligada a competir en un mundo "masculinizado", orientado al éxito económico y social. En este ambiente adverso debe desarrollar su identidad femenina, y no siempre lo consigue.
«María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a la imitación de los fieles no precisamente por el tipo de vida que llevó ni por el ambiente socio-cultural en que se desarrolló (hoy día superado en casi todas partes), sino porque en sus condiciones concretas de vida Ella acogió la Palabra y la puso en práctica; porque su acción estuvo animada por la caridad y el servicio; porque fue la primera y más perfecta discípula de Cristo, lo cual tiene valor universal y permanente».
«Las generaciones cristianas que se han ido sucediendo en marcos socio-culturales diversos, al contemplar la figura y la misión de María como Mujer Nueva y perfecta cristiana (que resume en sí misma las situaciones más características de la vida femenina), la han considerado modelo eximio de la condición femenina y ejemplar limpidísimo de vida evangélica» (Marialis Cultus, 35-36).
¿Cuáles son los rasgos de la mujer nueva que revela María?
1) La mujer nueva recibe en su vida a la Palabra de Dios
Cuando María es visitada por el Ángel, a pesar de su juventud sabe discernir el mensaje de Dios y abrirle su vida. Permite que la Palabra de Dios se encarne en su vida para salvación de los hombres. Tiene el interior abierto, sereno y limpio gracias a la oración regular y la actitud trascendente de vida.
2) La mujer nueva es obediente
Al recibir el anuncio de la Encarnación María no cuestionó por qué había sido elegida, qué pensarían los demás, cómo les explicaría su aparente situación de pecado. Con simple y humilde obediencia dijo: «He aquí la servidora del Señor, que se haga en mí como has dicho» (Lc 1,38), aún sabiendo que ello cambiaría todo el curso de su vida. No pidió una explicación de cada detalle antes de dar su consentimiento; ante el llamado de Dios su actitud fue (y es) confiar y entregarse.
3) La mujer nueva cree en el Dios fiel
«¡Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor!» (Lc 1,45). La fidelidad tiene dos aspectos: la fidelidad de Dios a lo que promete, y nuestra fidelidad a Él. María estaba firmemente arraigada en esta verdad: se puede confiar en Dios. Toda su vida permaneció fiel.
4) La mujer nueva es fuerte y valiente
«Y una espada te atravesará el corazón» (Lc 2,35).
¡Qué fortaleza interior habrá tenido María para poder estar a los pies del Dios crucificado! María aceptó la Voluntad divina sin enojarse, resentirse o amargarse. No se dejó dominar por la reacción emocional, sino que la encauzó con la fuerza de su esperanza en el Dios fiel.
«María de Nazaret, aún abandonada a la Voluntad del Señor, fue algo muy distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad alienante. Antes bien, no dudó en proclamar que Dios es defensa de los humildes y oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos. María es la mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio» (cf. MC 37). Esta imagen destruye la errónea noción de que el ideal evangélico femenino es la pasividad, la debilidad y la dependencia del hombre.
5) La mujer nueva es valorada por sus tareas como por sus virtudes personales
Se alegra de realizar muy bien sus tareas, y su amplio espectro de actividades le permite ejercitar muchos talentos. Es emprendedora, sensata, diligente, laboriosa. Sabe invertir y administrar. Maneja los asuntos de su hogar en forma eficiente y organizada, asegurando el bienestar de todos.
6) La mujer nueva sabe servir desde el amor
Es generosa, compasiva, y atiende concretamente las necesidades de los demás. Su servicio no se limita a su familia, sino que se extiende a quienes la rodean: instruye y forma a las jóvenes, es hospitalaria, «abre su mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente» (ver Prov 31,10-31).
De esta forma, la mujer es valorada y apreciada por su familia, la comunidad y la sociedad. Se respeta su buena fama, rectitud y conocimiento de Dios. Uno de los factores claves que se requieren para la formación del carácter de la mujer cristiana es un ambiente social cristiano, donde encuentre un modelo de femineidad definido con el cual identificarse. Ella debe ser honrada justamente por ser mujer: la verdadera dignidad de la mujer no está fundada en su capacidad de hacer las mismas cosas que el hombre, sino en el valor de su identidad de mujer, de la presencia femenina que sólo ella puede aportar.
La mejor forma de que los hombres expresen su aprecio a la mujer es tratando de ser verdaderos hombres nuevos, compartiendo con ella las responsabilidades de la conducción familiar y comunitaria, así como del bien común de la sociedad. De este modo permiten que las mujeres sean plenamente femeninas, desarrollando las cualidades de carácter de María.
En síntesis, la mujer nueva es:
• cálida y acogedora para con todos.
• segura de sí misma y satisfecha de su identidad femenina.
• llena del Espíritu pero no dominada por lo sensible, sabe guardar la Palabra en el corazón.
• activa en el ejercicio de sus propios talentos y ministerios, sin necesidad de competir con el hombre para afirmarse.
Leer: 1 Tim 2,9-11.15; 3,11; 5,9-16; Tito 2,3-5; 1 Pe 3,1-6.
Carlos E. Yaquino, |
© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |