La contemplación cristiana no es
una técnica.
Es una relación interpersonal:
la relación de Dios conmigo y para mí aquí y ahora,
en Jesucristo

La enorme gracia de la renovación carismática
consiste
en un vínculo interpersonal renovado
con Jesucristo
en la oración personal


El don de
orar en lenguas
es para todos,
no solamente
para aquellos que pertenecen al movimiento carismático

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 42
 

Contemplación y don de lenguas

En una cultura totalmente orientada hacia el futuro, como en la que participamos hoy, el pragmatismo tiende a gobernar nuestros intereses. Nos interesa prácticamente cualquier cosa que nos ayude a adueñarnos del futuro. Y, más que profundizar el significado de las cosas, buscamos la respuesta que nos dice "cómo hacerlo". Consecuencia: el predominio actual de la tecnología. La tecnología equivale a "saber cómo". Si puedo saber el modo en que está hecho, estaré ubicado. Por ejemplo, ¿cómo, de qué modo puedo rezar? ¿Qué técnica me será de mayor ayuda? ¿el zen?, ¿el yoga?, ¿la respiración rítmica?, ¿llevar un diario?, ¿la repetición de un mantra? Si sólo pudiera elegir la operación precisa, encontrar el gurú que me ayudara, y continuar insistiendo hasta que encuentre y oprima el botón exacto.

El cristianismo es la primacía de las relaciones interpersonales sobre la técnica, la tecnología y "el modo-cómo-hacerlo". La cultura occidental, y también la oriental, enfatizan la técnica, los métodos, los modos para hacer las cosas. Las religiones orientales tienden a especializarse en las técnicas para la oración, en la tecnología espiritual. Así, en nuestra era tecnológica, muchos de aquellos que buscan a Dios o alguna experiencia religiosa, se vuelcan a las técnicas de las religiones orientales para descubrir cómo "encontrar a Dios". Llenan catálogos de trabajo, pasando de una técnica a la siguiente, como la mujer que había consultado uno tras otro a tantos médicos, pero no había encontrado alivio. Hasta que finalmente se acercó a Jesús, lo tocó y se curó. La contemplación conmovió a Jesús.

La contemplación no es tanto algo que hago, sino más bien algo que Jesús me da. La contemplación es un don, su don para mí, un don de su Espíritu. Puedo disponerme a recibir el don de la contemplación y a crecer en ella, pero inclusive esta disposición viene de Dios, es una gracia. Ninguna técnica puede alcanzar o merecer la contemplación.

La forma de disponerme a recibir el don de la contemplación y a crecer en ella, no consiste en buscar, desear ardientemente, luchar por la contemplación. Consiste, más bien, en buscar, desear ardientemente y luchar por Jesús. A su tiempo y a su modo se me dará por medio de una reciente gracia de contemplación.

La contemplación cristiana no es una técnica. Es una relación interpersonal: la relación de Dios conmigo y para mí aquí y ahora, en Jesucristo. Difiere radicalmente de la contemplación zen y de todas las contemplaciones budistas, así como de la contemplación yoga y de la meditación trascendental. Porque está centrada en el Señor, en una Persona, es esencialmente una relación de amor.

Aquí es donde la llamada oración del corazón u "oración centrante" difiere del uso de un mantra. Un mantra, una palabra o una frase sobre la que nos concentramos y que se repite continuamente, no es una relación, no crea un vínculo; la oración del corazón está centrada, no en una frase, o una palabra como el Nombre de Jesús; sino que a través de una palabra o una frase, está centrada en una persona. Repitiendo el Nombre de Jesús, siempre más lentamente, ya no con mis labios, silenciosamente en mi corazón, me centro en la persona cuyo nombre estoy repitiendo en mi corazón, a la que mi corazón llama y en quien reposa.

CONTEMPLACIÓN Y DON DE LENGUAS

Como nunca, un enorme número de religiosos, hombres y mujeres, han constatado que el llamado Bautismo en el Espíritu les ha regalado una relación totalmente nueva en la oración con el Señor (denominación tradicional, aunque muchas veces objetada, de la experiencia interior del Espíritu Santo; no debe confundirse con el Bautismo sacramental en el que efectivamente hemos recibido el Espíritu Santo; en ámbitos de lengua alemana se le da un contexto de "opción por la renovación de la gracia del Sacramento"). ¿Por qué tantos han encontrado que la participación en la renovación carismática, particularmente a través del Espíritu y el don de lenguas, los ha conducido a una contemplación nueva y más profunda? Parece evidente que, especialmente para los religiosos —hombres y mujeres— la enorme gracia de la renovación carismática consiste en un vínculo interpersonal renovado con Jesucristo en la oración personal, una penetración en la oración de contemplación. ¿Por qué?

Por un lado, naturalmente, el derramamiento del Espíritu es una gracia y manifiesta una efusión de gracias y dones. Por otro lado, el don de orar en lenguas es en sí mismo un don de oración contemplativa.

Recibir el don de lenguas, equivale a recibir un don de contemplación. Obviamente esto puede conducir, y conduce, en la oración personal, a una forma más profunda y silenciosa de contemplación.

En mi experiencia en la dirección espiritual de hombres y mujeres religiosos, he encontrado que el don de lenguas es una gran ayuda hacia la oración contemplativa, quizás porque el don de lenguas es un tipo de contemplación.

Cuando contemplo en silencio, miro —con los ojos de la fe— al Señor, sin ideas, sin razonamientos discursivos; sin meditar, sin conceptos. La contemplación silenciosa es una oración preconceptual, una mirada sin conceptos, llena de amor al Señor.

También la oración en lenguas es una oración preconceptual; una mirada de amor al Señor; cuando hablo o canto en lengua, no estoy hablando o cantando en ningún lenguaje especial, al menos en la mayoría de los casos. Cuando hablo en lengua balbuceo, lingüísticamente hablando estoy diciendo o cantando algo ininteligible.

En efecto, el significado no se encuentra en los sonidos, como sucedería si se tratara de palabras que representan conceptos. El significado de la oración en lengua se encuentra en el corazón. Dado que la oración en lengua es preconceptual, los sonidos no son palabras, y no tienen por consiguiente significado conceptual. Son solamente sílabas sin significación.

La oración en lenguas es una oración vocal preconceptual, es una contemplación sonora.

Existe una analogía entre la oración en lenguas y el rezo del rosario; hecho como una contemplación de los misterios de la vida de Cristo, mientras se pronuncian las palabras.

Cuando rezando el rosario "medito" sobre varios misterios, en realidad, yo miro —contemplo— a Jesús y a su Madre en los diferentes misterios, esto es, pronuncio unas palabras pero no presto atención a su significado: mi atención no está en las palabras que repito, sino en el Señor hacia quien estoy dirigiendo mi mirada. Las palabras pueden, también, ser simples sonidos. La oración en lenguas es similar a esto: yo no presto atención a las sílabas sin sentido que dirijo o canto, porque estoy mirando al Señor: contemplándolo.

Muchos religiosos que han recibido el don de orar en lengua inician sus oraciones personales con un breve momento —quizás de treinta segundos o pocos minutos— orando en lenguas. De esta manera entran conscientemente en presencia del Señor. Entran con facilidad en la oración contemplativa y luego quedan en silencio.

El uso principal de este don de no se verifica, como tantos suponen, en los grupos de oración o en los encuentros carismáticos: se verifica en la oración personal (1 Cor 4,24). Conozco muchas personas sin ningún contacto con la renovación carismática y que nunca se sintieron llamadas a ella, que regularmente oran en lenguas en su oración personal. El don de orar en lenguas es para todos, no solamente para aquellos que pertenecen al movimiento carismático.

Pero, ¿no es necesario que alguien ore por nosotros el derramamiento del Espíritu para recibir el don de lenguas? No. Algunas Iglesias pentecostales sostienen que el derramamiento del Espíritu es un pre-requisito, necesario para recibir el don de lenguas. Los católicos no sostienen esto. El don de lenguas no tiene precondiciones: «Pidan y recibirán».

En verdad, en el pentecostalismo clásico y en la renovación carismática de las iglesias protestantes más importantes y en la de la Iglesia Católica, el don de lenguas se ha transformado en una especie de símbolo cultural, de distintivo, un modo de identificarse con el grupo, un signo social de pertenencia. Esto no es totalmente malo. Dado que la oración en lenguas requiere mucha humildad y libertad interior para renunciar al control de aquello que se va diciendo, y a dejar que brote simplemente del centro del propio ser, y dado que la oración en lenguas puede hacernos parecer y ser considerados como locos ante el mundo, ella nos ayudará a ser libres de un excesivo deseo de estima y aleja de la renovación carismática a quien quisiera entrar por razones de prestigio. No hay prestigio en tener el don de lenguas, al menos en mi comunidad.

Por otra parte, el don de lenguas no debe ser un distintivo social de pertenencia. Es un don de contemplación y no es necesario pertenecer a la renovación ni a ningún otro movimiento para recibirlo. Éste no es propiedad de la renovación ni de ningún otro movimiento, pertenece a la cristiandad, y cada cristiano puede recibirlo.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

P. Roberto Faricy, s.j.
Cuore Nuovo Nº 12. Estate 1983
Cristo Vive Aleluia!
Nº 42, p. 25 (1984)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.