Un diálogo tiene
un doble lenguaje
y muchas veces
un doble mensaje:
el lógico
y el afectivo o emocional

Las comunicaciones testimoniales
llevan un mensaje de salvación


Ambientarse
y alimentarse vivencialmente
por la suma de transferencias positivas

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 86
 

El proceso de transferencia en la comunicación

Charla de formación permanente dada en la Escuela Pastoral del Movimiento, en la reunión del mes de julio de 1992.

1. En qué consiste la transferencia

Los seres humanos vivimos en comunicación unos con otros y nos comunicamos en múltiples niveles. Vamos a señalar dos: por ideas y por sentimientos.

La palabra es el vehículo más común de la expresión y la comunicación. Cuando hablamos transmitimos conceptos de cosas y sentimientos o afectos. Nuestra cultura nos prepara para entender qué quiere decir conceptualmente el otro. Si no estamos de acuerdo, viene la discusión, la polémica: ¿quién tiene razón?

Hay un contenido conceptual de la conversación: a ver si entiendo lo que el otro quiere decir; si lo que dice el otro es verdadero, o si está equivocado, o es poco claro, etc. Pero, cuando nos encontramos dos seres humanos o un grupo, lo que se comunica no son sólo ideas: se comunican también emociones. Además del tema de conversación, hay un mensaje emocional en la comunicación.

Este mensaje puede ser explícito o consciente cuando se expresan los sentimientos: "te quiero", "no te quiero ver más", etc. Y este no es un problema de comunicación sino de amor u odio, simpatía o antipatía, aceptación o rechazo emocional.

El problema surge porque hay un nivel de la comunicación emocional que va implícito en las ideas. El pensamiento sirve para expresar la realidad objetiva pero muchas veces es un disfraz de sentimientos ocultos o inconscientes a la misma persona.

Cuando nos comunicamos, expresamos nuestro conocimiento de la realidad pero también transferimos afectos de nuestra situación emocional ocasional o profunda.

Pastoralmente es importante saber que un diálogo tiene un doble lenguaje y muchas veces un doble mensaje: el lógico y el afectivo o emocional. Por el lenguaje lógico comunico un conocimiento que puede ubicarme en la realidad. Por el lenguaje afectivo implícito en las mismas palabras lógicas, transfiero al otro mi emocionalidad, mi corazón oculto. Hay "argumentos emocionales"…

Lo emocional tiene relación con cómo vivo o he vivido mi realidad, y naturalmente está conectado con la historia personal y mi modo de ser… Religiosamente está conectado con el misterio de mi naturaleza humana en situación de pecado y mi llamado a la gracia de Dios y la salvación. Esto último casi nunca se toma en cuenta en la sicología y debe ser motivo del acompañamiento pastoral en el caso de las terapias.

De paso y sin profundizar digamos que la transferencia puede ser afectiva o espiritual por un lado; y por otro puede ser positiva (construye el amor y la convivencia) o negativa (momentos de crisis y de tentación).

2. Cómo se da y cómo ubicarse en la transferencia

Percibir la situación emocional y espiritual de una persona es un hábito. No tenemos simplemente que atender a la cabeza de la otra persona: qué piensa; hay que atenderla integralmente, hay que entenderla pero percibir también su situación emocional: qué siente, qué vive.

¿Qué dice la persona y cómo lo dice? El percibir esto es un hábito y se desarrolla por la experiencia y por el conocimiento de uno mismo, cómo son mis reacciones, cómo me tengo que manejar frente al otro. Si yo me enojo y el otro también, no vamos a poder llegar al diálogo.

¿Qué "ondas" emocionales se transfieren en una comunicación? Emocionalmente se transfieren cosas distintas de las ideas, se transfieren dependencias, posesividad afectiva. No le digo las cosas al otro, pero descargo una agresión enorme. Se transfieren carencias y pedidos afectivos, rivalidades y envidias, crisis de autoridad o falta de integración adulta en la familia, comunidad ó sociedad, y muchas otras inmadureces emocionales.

Cuando se habla de madurez en general, uno se refiere a una cierta integración y madurez emocional, pero la madurez en realidad es más amplia.

Si como coordinadores o animadores de un grupo, no percibimos las transferencias afectivas que se pueden dar en una persona o en un grupo, esto puede ocasionarnos muchos problemas. Cuando un grupo no se da cuenta de que, en los argumentos lógicos que se están empleando, un miembro le está pasando sus crisis de rebeldía o autoridad al conjunto, pueden entrar en crisis otros miembros del grupo o el grupo mismo, según cómo se sitúen frente a la carga emocional de la argumentación empleada, según sean capaces de objetivar la carga emocional que esconde el argumento o "engancharse" emocionalmente en ella y entrar en el juego de una aparente causa común. Esto se da a menudo en los grupos juveniles especialmente, pero no exclusivamente.

Cuando una persona percibe la situación del que habla y no se deja contaminar por la transferencia afectiva, puede poner en su lugar al otro, o darle un elemento de maduración. Si yo entro en la cosa, me sumo al bochinche, a la discusión, al conflicto. ¡Cuántas veces ocurre esto!

A veces es útil, es bueno, parar la conversación, ver qué nos está pasando, qué estamos sintiendo; creando un espacio que desacelera la comunicación emocional y permite poner distancia para que cada uno se ubique.

Es importante para el diálogo pastoral y la coordinación de un grupo o una comunidad, haber madurado la fe y la vida en una actitud personal que me permita no mezclarme con los demás, para no ser invadido por los argumentos emocionales. De otro modo, en las mezclas de cargas emocionales revestidas de ropaje lógico, se generan conflictos, se entra en confusión, y se da lugar al tentador. Esto se da en grupos juveniles, o también en grupos de adultos de varios años, o en una comunidad de vida.

Esto supone también la madurez afectiva del pastor que sabe y puede tomar distancia en una situación conflictiva o en una discusión intensa porque puede diferenciarse afectivamente de la misma y aportar datos objetivos que ayuden a la clarificación y discernimiento de la situación. ¡Después de la guerra tiene que haber hombres constructivos que quedaron vivos y no se mataron en la discusión! Y para esto vale como principio aquello de san Agustín: "no se puede ser amigo del hombre, si no se es amigo de la verdad". No es haciendo concesiones a la equivocación como se ayuda; así se termina muriendo.

¿Cuál tiene que ser la madurez de nuestra fe y la identificación con la verdad, que no es una verdad lógica sino la adhesión y el seguimiento del Señor? Esto nos lleva a una necesidad de maduración integral de nuestra fe, de nuestro vínculo con Dios.

Los grupos y comunidades deben aprender vitalmente a defenderse de las transferencias negativas, y abrirse y enriquecerse con transferencias positivas. Este es el sentido, por ejemplo, de las comunicaciones testimoniales, que llevan un mensaje de salvación. Un grupo se enriquece en la medida que tenga comunicaciones testimoniales, si no la fe se va empobreciendo, porque no toca las situaciones de la vida. También se empobrece nuestra emocionalidad porque, en este sentido, va siendo cargada simplemente de mensajes naturales y no de espíritu trascendente.

A veces esto se da en el origen de los grupos (tiempo del Éxodo), pero después, en lo que llamamos tiempo de Travesía, se va perdiendo.

3. La tentación en la transferencia negativa

La transferencia no se realiza sólo a nivel natural de afectos y emociones humanas. Los pensamientos y las emociones también pueden ser vehículo de transferencias espirituales, sean positivas o negativas. Se transfieren impulsos de gracia y de tentaciones…

Ahora vamos a ver un poco más el aspecto negativo.

La transferencia negativa es vehículo de tentación. Hay que salir de las "ondas negativas" y sus frutos, que son la enemistad y la pérdida de la fraternidad y comunión grupal. Muchas veces la transferencia negativa produce crisis grupales en negativo, de destrucción, de disolución; por eso provoca rupturas, aislamiento y separación, y puede llevar a la pérdida de la fe y al pecado.

Algunos signos de la transferencia negativa son la confusión, el desentendimiento y el aislamiento o separación de la comunidad y del discernimiento pastoral: "no voy más", "no quiero hablar pastoralmente". Puede también conducir a la opresión [1] de una persona o de un grupo.

Alguna vez he comentado una experiencia que tuve con una charla que me invitaron a dar para un grupo de profesores de un colegio católico. No recuerdo si eran 40 ó 50 personas; el tema era la vinculación con Dios. En el momento en que comencé a anunciar con más carga de Espíritu la experiencia del Dios vivo, la oración como lugar privilegiado de la vinculación con Dios, se comenzó a armar un concierto de toses, y hubo gente que se levantó y se fue. Me pregunté qué pasaba con estas personas. ¡Cuánta opresión social anda dispersa!

Es importante la claridad y la oportunidad de la clarificación pastoral en estas situaciones, que por otra parte, pueden necesitar ser acompañadas de oración y ayuno.

4. El amor de Dios en la transferencia positiva

Hay un pasaje muy ilustrativo del Antiguo Testamento, 2 Rey 2,9-15, donde el profeta Eliseo le pide a Elías que le transfiera parte del poder de su espíritu. Elías es arrebatado al cielo, y los profetas que se aproximan a Eliseo reconocen en el nuevo proceder de Eliseo, que esa gracia le ha sido concedida, que Eliseo obra como Elías.

También la actividad espiritual y los impulsos de gracia pueden transferirse a través de la fe, la oración y el amor a Dios. ¡Esta es la bendición de la comunidad cristiana! Para que haya alianzas conyugales, climas de gracia y presencias de Dios en una familia.

A partir de esto, tomamos conciencia del valor que tiene el compartir comunitario de una comunidad de fe, que es una enorme gracia. Para contrarrestar la posibilidad de una progresiva naturalización en las reuniones, es necesario tomar en cuenta tres cosas, además de la vida sacramental.

a) Saber compartir lo que construye y alimenta, y no cualquier cosa por el hecho de ser una vivencia personal (yo cuento lo que a mí me pasa y los demás me tienen que aguantar). Ahí se da una alteración de lo que es una comunicación de gracia, de fe. Esto hay que enseñarlo a las ovejas para que la persona aprenda a comunicar; para que su intervención no sea un obstáculo para la comunidad: "cada vez que éste habla, se acabó todo ambiente positivo".

b) Lamentablemente en la vida se da lo negativo, es parte de la realidad de la vida. Entonces, hay que aprender a vivir lo negativo desde el misterio de la cruz en la propia vida y compartirlo vitalmente desde la fe y no como una teoría espiritual.

c) Ambientarse y alimentarse vivencialmente por la suma de transferencias positivas, tanto humanas como espirituales. Si sólo nos comunicamos humanamente vamos a ir perdiendo el nivel de fe, tanto del compartir como del orar (acción de gracias sentida, alabanza de corazón, entregas profundas y reales, bendiciones fraternas y carismáticas).

Cuando el Espíritu de Dios actúa más privilegiadamente, nos saca de situaciones negativas en las que estamos, y tenemos que aprender a no volver a ellas (algunos quieren que Dios los trate como a bebés que continuamente están en los brazos del Padre y no les va a pasar nada).

Para finalizar, la Palabra de Dios puede hablarnos por medio de la carta a los tesalonicenses: «Vivan en paz unos con otros, los exhortamos también a que reprendan a los indisciplinados, sostengan a los débiles y sean pacientes con todos. Procuren que nadie devuelva mal por mal. Por el contrario, esfuércense por hacer siempre el bien entre ustedes y con todo el mundo. Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en todas sus formas» (l Tes 5,13b-22).

Y la misma palabra termina bendiciéndolos: «Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama es fiel y así lo hará» (1 Tes 5,23-24).

P. Ricardo
Cristo Vive Aleluia!
Nº 86, p. 11 (1993)

[1] La opresión es un fenómeno estudiado en la literatura carismática. Corresponde a una acción del demonio, más profunda que la simple tentación y distinta de la "posesión diabólica". Es una acción sobre el aspecto emocional de la persona en orden al pecado y al alejamiento de Dios; requiere una "oración de liberación" y se manifiesta por algunos signos físicos como las toses por ejemplo (N.R.).

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.