En la Iglesia se ha puesto de relieve, dentro de la experiencia carismática,
el don de profecía

La experiencia profética
es delicada en su discernimiento
y requiere
mucha humildad y sujeción pastoral


El dar mensajes
a la comunidad puede ser un hecho común, habitual.
No es extraordinario o poco frecuente

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 112
 

Los mensajes carismáticos

1. Fuentes carismáticas de la revelación privada

En la Iglesia y a partir de la Renovación Carismática, se ha puesto de relieve, dentro de la experiencia carismática, el don de profecía. San Pablo se refiere a ella en el capítulo 14 de la primera carta a los corintios.

La consecuencia de este don pentecostal es la existencia de numerosos mensajes carismáticos. A ellos se suman hoy, también los mensajes de tradición o procedencia mariana.

¿Qué decir ante la multitud de mensajes y de mensajeros carismáticos? ¿Cómo discernir el don pentecostal de profecía? ¿Qué aprovechamiento puede hacerse de este don y qué dificultades pastorales, espirituales y comunitarias puede acarrear?

Hoy nos vamos a detener en la fuente de estos mensajes, en algunas dificultades carismáticas que pueden plantearse y en lo que es la profecía para san Pablo.

Todo mensaje o profecía auténtica tiene por origen a Dios y a su Espíritu Santo. Pero el canal o camino interior por el que llega puede ser diverso.

• Hay mensajes o profecías que tienen como fuente, la vida mística de los santos. Así podrían citarse las profecías de Ana María Taigi, la revelación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa María Alacoque, las revelaciones de Ana Catalina Emmerick, etc.

• A veces Dios constituye a algunas personas como videntes suyos. El vidente es testigo de una manifestación objetiva de Dios o de los santos. Tal puede considerarse a sor Lucía en el caso de Fátima, de los videntes de Medjugorje y de Patricia Talbot en las apariciones de El Cajas Ecuador, entre otros. A veces, junto a los videntes, otras personas participan parcial o exteriormente de la gracia de estas manifestaciones o de sus signos como en el caso de las apariciones marianas de nuestro tiempo.

• Otras veces, la fuente de los mensajes es la experiencia carismática en el don pentecostal de la profecía. El mensajero carismático puede también tener visiones que acompañen a los mensajes. Es importante tener en cuenta que las visiones no son apariciones; ellas pertenecen a lo subjetivo del visionario, aún como gracia.

2. Dificultades carismáticas

A continuación vamos a señalar tres dificultades que, en nuestra experiencia eclesial, pastoral y comunitaria hemos recogido especialmente de la experiencia carismático-pentecostal y que pueden crear confusión.

Llamar vidente al mensajero carismático

Esta dificultad la hemos constatado en algunos países como Ecuador. La experiencia carismática es delicada en su discernimiento y requiere mucha humildad y sujeción pastoral por parte del profeta. Tanto más que puede ser una experiencia inicial en un recién convertido como ocurre en seminarios de vida en el Espíritu de pocos días. También porque la persona puede ser halagada en su orgullo o vanidad por un don que le reporta consideración y valoración en la comunidad.

La tentación de esta dificultad está en que los mensajeros carismáticos anhelen una Iglesia de profetas a la que el Espíritu Santo guíe por medio de mensajes.

Atribuir al mensajero carismático un rol
pastoral

Es otra dificultad y motivo de confusión, que se deriva de lo anterior. En este caso y debido a su supuesta conexión directa con Dios, el profeta puede creer que no necesita de otra mediación pastoral de pertenencia y discernimiento; no necesita de la Iglesia y sus pastores. Cuando una comunidad pretende ser dirigida carismática y no pastoralmente, se pone en camino de convertirse en secta. Tal es el caso de Brote Nuevo en Argentina. En realidad, la experiencia carismática no discernida realmente, puede conducir a engaños interiores y a manejos comunitarios.

Querer resolver situaciones por medio de
mensajes

Otra seria dificultad la constituye, no el plantear sino el querer resolver situaciones y decisiones importantes como el estado de vida (¿debo casarme o consagrarme?), donaciones económicas, cambios de trabajo o profesiones, etc. por medio de mensajes o de alguien que dice tener discernimiento carismático.

Cuando este discernimiento carismático, que depende de la certeza de espíritu que dice tener el carismático, reemplaza al discernimiento espiritual (vgr Reglas de san Ignacio) o el discernimiento pastoral que se hace en base a criterios objetivos, se pueden seguir grandes males, desilusiones y frustraciones en la vida de la entrega real a Dios.

Un signo de esta equivocación puede estar en el temor con que se amenaza o presiona a las personas para someterse a los mensajes y al discernimiento a fin de no ir contra la voluntad de Dios y ser castigados. La falta de paz y libertad, en este sentido, no constituyen un signo del Espíritu sino de la carne.

Por eso hay que tomar en cuenta estas palabras de la Escritura: «Estas doctrinas tienen una cierta apariencia de sabiduría por su religiosidad… pero carecen de valor y sólo satisfacen los deseos de la carne» (Col 2,23).

3. El don de profecía

Cuando se habla de profecías, generalmente se asocia esta palabra con la posibilidad de conocer el futuro. Profecía pasa a ser sinónimo de vaticinio entonces. Pero cuando vemos qué nos dice san Pablo sobre el don pentecostal de la profecía, podemos sorprendernos. «El que profetiza habla a los hombres para edificarlos, exhortarlos y reconfortarlos» (1 Cor 14,3). Es decir, la profecía o mensaje carismático, fundamentalmente es una palabra del Espíritu para el camino y la vida de la comunidad.

En la experiencia pentecostal o carismática, el dar mensajes a la comunidad puede ser un hecho común, habitual. No es extraordinario o poco frecuente. En este sentido, pastoral y comunitariamente conviene tener en cuenta dos cosas:

• No hay que exagerar el discernimiento minucioso de los mensajes. Conviene tener un criterio práctico si es que su contenido no ofrece objeciones doctrinales o morales: que cada uno saque el provecho (edificación) que puede darle a su vida personal o comunitaria.

• El que profetiza debe estar integrado a las pautas pastorales y en la oración comunitaria, sin jugar un rol especial a causa de obrar como mensajero carismático. Este don como cualquier otro, es tal, si sirve para la edificación de la comunidad (1 Cor 14,12).

De los muchos mensajes recibidos en una comunidad de oración, ofrecemos uno para ejemplificar mejor cómo el Espíritu puede acompañar la vida comunitaria a través de la edificación, la exhortación y el reconfortar que menciona san Pablo:

"Bendigan al que abre camino delante de ustedes. Necesito corazones nuevos, corazones entregados, corazones sensibles a mi llamado.

Yo les doy la gracia. Anímense. Caminen. Avancen. Yo voy delante. Golpeen las puertas y las puertas se abrirán. No hay puertas cerradas para mis creyentes.

Pueblo mío, mi Madre ya abrió las puertas, no teman pasar por ellas. Yo te doy los signos. Es el tiempo de mi Espíritu. Es el tiempo de la comunidad por mi Espíritu y con mi Madre.

Este tiempo de misión, es el tiempo de las comunidades como semillas en el desierto. Gracia para las comunidades misioneras, gracia para la Obra de mi Padre a través de estas comunidades en marcha.

No temas sembrar comunidades, son los brazos de mi Cruz extendidos por el mundo. Brazos no impotentes en la entrega del Amor.

Extiendan mi Cruz en el desierto de los hombres porque extenderán mi Amor. El único que sacia. El único que salva. El único que da respuesta.

Que mi Obra corra, si es necesario, para que como atleta ensanche su corazón y anuncie mi Palabra. Corran descalzos, no teman lastimarse, sepan por qué sangran sus pies. Corran con la mirada hacia adelante. Yo estoy con ustedes".
(18/3/97).

Es un mensaje sencillo que anima y ayuda a la comunidad y no tiene nada más extraordinario que eso; es la familiaridad de Dios con su pueblo.

P. Ricardo
Cristo Vive Aleluia!
Nº 112, p. 12 (1998)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.