La fuente
de inspiración
de esta cultura
no está en Dios,
y ni siquiera en
la dimensión noble
y sana de la persona
Una fe vivida discipularmente florece en
el
testimonio del valor de la propia vida redimida
y es camino de invitación
y salvación para otros
A1 final de nuestro siglo, se ha pasado de la negación de Dios a la ignorancia de Dios. A Dios ya no se lo discute; no hay un "ateísmo militante" como en los tiempos del marxismo. Ahora, a Dios se lo desconoce. No interesa saber si existe o no. Se vive desde la seducción de la naturaleza y desde ella se organiza personal y culturalmente la vida (cf. 2 Pe 1,4c).
Esto es el neopaganismo de la cultura relativista. Es la vuelta que las naciones, especialmente de Occidente, han realizado al paganismo del cual salieron por la predicación apostólica de la Iglesia. Las naciones, desde su cultura y sus leyes, se organizan de espaldas al Dios de la creación y de la Revelación.
Roma, como cátedra de Pedro, habla hoy a corazones tapados que no quieren oír, no les interesa. «"Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure» (Mt 13,14-15).
Se genera así, una cultura del pecado, muchas veces inconsciente. Es una cultura de conciencia errónea, sin discernimiento del bien y del mal. En ella, el pecado se transforma en argumento de una vida alienada, perdida, para un estilo de vida intrascendente y sin Plenitud eterna.
La conciencia cristiana se puede formular preguntas, ante esta situación: ¿Cuál es la fuente de inspiración de esta cultura pagana? y ¿a dónde lleva ella?
La Palabra de Dios habla de la acción social del Tentador en los pueblos y naciones (cf. Ap 12,9). El Tentador se siente con derecho sobre la historia humana desde el principio (cf. Gen 3,1-5).
San Juan lo localiza así cuando dice que «el demonio es pecador desde el principio y que el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del demonio» (1 Jn 3,8). El objetivo del Tentador no es sólo provocar la desvinculación de cada persona con su Creador (cf. Gen 3,16ss), sino la destrucción de la vida cultural y social del hombre. Es reemplazar la historia de la salvación por una historia de perdición, en la corrupción y autodestrucción social. Y esto lo hace generando una cultura de muerte que encierra al hombre y lo ahoga en ella.
En esta cultura pagana, el pecado pasa a ser cosa "natural y normal" del hombre y de su vida. Es natural responder a los impulsos de la naturaleza sin examinarlos ni darles una valoración diferenciada de buenos o malos. La dimensión moral de la persona desaparece (cf. 2 Pe 2,1-3.10-14.19-22).
Es más, como instigación, el pecado se convierte en un testimonio de la cultura, de lo que hay que vivir. Así se propone paganamente, como estilo de vida normal: el sexo y su deformación hasta de su identidad; se puede hablar de un tercer sexo en la homosexualidad y el lesbianismo. Se propone la violencia por la violencia como desconocimiento del valor de la vida. Y al fin, la corrupción generalizada como situación de aceptación general.
Todo esto nos revela, sin duda alguna, que la fuente de inspiración de esta cultura, no está en Dios y ni siquiera en la dimensión noble y sana de la persona y su naturaleza humana. Por eso, la meta a que conduce es la desesperanza, la incertidumbre y la muerte.
A modo de ejemplo podemos ver cómo describe el diario "El Comercio" a un país de Latinoamérica: «Este país está en la antesala de una catástrofe sin remedio y sin antecedentes. Los costos dramáticos, que ya está pagando, son infinitamente más bajos que si se dispara la hiperinflación, si colapsa el aparato productivo, si miles de trabajadores se quedan sin empleo, si la desesperanza cunde y la irracionalidad se apodera de las calles y los campos» (Quito, 9-04-99).
Si pensamos trascendentemente y oramos hondamente, como cristianos recibimos enseñanzas y exhortaciones a través del paganismo de la cultura.
La primera enseñanza es la del valor del testimonio. La cultura alejada de la identidad de Dios, utiliza el pecado como testimonio del estilo cultural de la vida.
El hombre va desarrollando su vida a través de la seducción sexual, de los logros de bienestar y progreso, de la corrupción laboral y profesional, de la vigencia de la violencia que crea inseguridad permanente. La honestidad es una ingenuidad y los signos y expresiones de trascendencia son prácticamente inexistentes en los medios de comunicación culturalmente habituales.
El pecado se propone por medio del testimonio cultural en los medios de comunicación y aún en la educación laicista o secularista. Y al cristiano le es bueno tomar conciencia del lugar y fuerza que el pecado tiene como testimonio de una cultura pagana. Si el creyente no se da cuenta de esto es para preguntarse qué grado de evangelización tiene en su vida y su pensamiento.
Esto nos puede ayudar a la recuperación de una conciencia discipular en la Iglesia.
¿Cómo viven su fe los cristianos? Una fe vivida convencionalmente, va perdiendo su fuerza de fermento social y cultural. No es tomada en cuenta en el medio ambiente, y vive escondida y hasta disimulada ante la presencia adversa de la vida de los demás.
Una fe vivida discipularmente florece en el testimonio del valor de la propia vida redimida y es camino de invitación y salvación para otros.
El primero vive su fe como religión de salvación personal que le implica algunas obligaciones religiosas, espirituales y morales. Y en eso debe desentonar, lamentablemente, con las actitudes de vida del medio ambiente.
El segundo vive su fe como un acontecimiento testimonial. Encontró para su vida un Dios vivo que le conquistó el corazón y le iluminó el sentido trascendente de la vida. Eso lo llevó a entregarle la vida a Cristo y a vivir para él y desde él toda la vida con sus circunstancias. Se decidió a seguirlo, se hizo discípulo suyo y busca vivir desde el Evangelio. Se transforma así, en luz de vida y fermento social para el otro, la sociedad y la cultura.
Y el principal argumento que tiene el discípulo, es el testimonio de su vida. Este argumento de vida ha sido abandonado por el cristiano convencional y de él se ha apoderado el pecado, para proponerse a si mismo como un valor de vida a la conciencia pagana.
El testimonio de vida, como argumento, no viene del grado de conocimiento teológico o escriturístico que tiene el creyente. Viene de su conversión y lo puede dar y sostener el hombre culto y el sencillo ignorante; un empleado, un obrero y un pobre.
Por eso, el paganismo de vida es un llamado y un desafío a recuperar para la Iglesia, un estilo discipular de fe. El laico, como miembro del Pueblo de Dios, puede transformar al mundo muerto en el paganismo, en un mundo resucitado en Cristo, si por la fuerza del Espíritu Santo recibido, vive la fe como discípulo de Jesús. El ha pedido hacer discípulos suyos a todas las Naciones (cf. Lc 24,47; Mt 28,19).
El discípulo recupera el testimonio como principal argumento de la fe; y esto es, porque no hay testimonio si no hay compromiso de la propia vida con la Vida y el Evangelio de Jesús como Señor. Así, el testimonio atrae y convence y es instrumento de conversión por la riqueza de la vida divina y evangélica que posee y manifiesta.
El paganismo ambiental, pues, esconde un llamado a recuperar eclesialmente la evangelización primaria o fundamental que lleva al hombre a encontrarse con el misterio pascual de Jesús y confrontar su vida con él. Y en esa Fuente de Plenitud, que es Jesús, adquirir un estilo discipular de vida de acuerdo a los numerosos carismas eclesiales que el Espíritu derrama en el Pueblo de Dios dirigido por sus Pastores.
De este modo, la fe, para el creyente, es una pascua del amor. Porque Dios «en su amor nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo y nos ha elegido en él, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia» (Ef 1,5-4).
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© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |