El valor de
una educación
puesta al servicio del hombre como creación de Dios
y orientada a
la realización de
su vida en el amor


Ser persona es
ser imagen de Dios
y vivir
a semejanza suya


La institución educativa
se descubre como
un laboratorio
de la vida
y de formación
de personas humanas
para la vida,
según la identidad creacional

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 157
 

¿Quiénes somos y para qué educamos?

En una charla dada al personal docente del Colegio San José de la Palabra de Dios, el Padre Ricardo hizo referencia al valor de una educación puesta al servicio del hombre como creación de Dios y orientada a la realización de su vida en el amor. Lo que sigue es una síntesis de lo que expuso en esa oportunidad.

«El que se tenga por sabio y prudente, demuestre con su buena conducta que sus actos tienen la sencillez propia de la sabiduría. Pero si ustedes están dominados por la rivalidad y por el espíritu de discordia, no se vanaglorien ni falten a la verdad. Semejante sabiduría no desciende de lo alto sino que es terrena, sensual y demoníaca. Porque donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien, es imparcial y sincera. Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz» (Stg 3,13-18).

En medio de nuestra cultura neopagana y relativista, la identidad humana y el sentido de la vida se vuelven difusos, oscuros, confusos. Por eso al hablar de la educación, partimos de la identidad humana y de una Antropología Creacional.

Nos situamos en una experiencia elemental y fundamental: nada existe que no haya sido creado o fabricado. Todo lo que existe es porque alguien lo ha hecho. El mundo ha tenido un principio y alguien es su Creador: un Creador con capacidad de producir semejante cosa como es el universo.

Haciéndonos eco de lo que postula la ciencia, podríamos decir que hace 14.000 millones de años (o más) se produjo una explosión que originó el desarrollo expansivo del universo. Bíblicamente podríamos decir que el big-bang de la Creación es una inmensa y simple explosión sacada de la nada por el poder creador de un ser omnipotente, que llamamos Dios. La Creación comienza por una chispa del "chispero creador" de Dios (cf. Ap 4,11b).

En la evolución de la Creación o del universo, encontramos la singularidad de la persona humana: un ser creado que es consciente de su existencia y que dirige su vida haciendo historia de toda una Humanidad. La singularidad del ser humano consiste en ser parecido a su Creador; en ser imagen y semejanza de Dios. Ser imagen es ser persona.

Dios ha creado una naturaleza que se expresa por leyes físicas y biológicas… Pero con el hombre, Dios crea una naturaleza personalizada. Es un sujeto conciente y libre que puede o no orientar su naturaleza de acuerdo a las leyes morales que Dios ha puesto en la persona. En el primer caso, asumir el querer del creador es asumirse como creación de Dios y realizarse así. En el caso contrario, se deforma el sentido trascendente de la vida y se llega a negar, rechazar o ignorar a Dios.

Las leyes morales (vgr. No matar) orientan el rumbo de la vida y expresan el querer de Dios. Por eso cuando la persona las asume, es decir las hace propias, se realiza en el amor a Dios porque acepta la identidad humana que le es propia. Así tiene acceso a la gracia de la salvación, y el Espíritu Santo puede llenarla de Él, que es el Amor de la Comunidad Trinitaria.

Ser persona es ser imagen de Dios y vivir a semejanza suya. El hombre como persona tiene libertad. Sin libertad no podría asumirse y realizarse en el amor. Sería un autómata como los demás seres que no son personas. La libertad es para realizarse en lo que uno es, y ella no consiste en una realización física o biológica, sino personal y espiritual. Es una realización tan trascendente que incluye la comunión con Dios.

Sin embargo, el hombre puede equivocarse, y para no equivocarse y obrar mal, necesita conocer la verdad, la realidad tal como Dios la creó. Él es el único dueño de la creación, del hombre y de la naturaleza. El ser humano fue creado por Dios para una realización que es eterna. Dios puede juzgar el bien y el mal en el proceder de las personas. Es justo que las cosas se realicen como Dios quiere; es injusto querer desplazar a Dios para que las cosas se realicen de otro modo querido por el hombre.

En la plenitud de Dios está la felicidad del hombre, y cuando Dios revela su identidad, encontramos una novedad. Dios no sólo no es una entidad impersonal y vaga, como podría pregonar el panteísmo y la New Age, sino que es un ser tripersonal. Cristianamente hablamos de la Trinidad de Dios.

Dios es una Comunidad Trinitaria. Esto tiene importancia para la identidad humana. Porque el hombre es imagen y semejanza de un Dios-Comunidad. Esto quiere decir que la persona no se realiza sola sino con los demás. Depende de una realización comunitaria (de familia, sociedad, iglesia) y la realización comunitaria depende de las personas que la integran. Por esto decimos que el hombre es persona en comunidad: persona, como lo propio y distinto; en comunidad, es decir en vinculación, en concordancia con la unidad y el bien común. El hombre se expresa no sólo a nivel personal, sino también a nivel social y cultural. Hay una responsabilidad cultural y social en la humanidad.

La persona es un ser en vinculación y está llamada a vivir vinculada con los demás. Y esto es posible sólo por el amor. El amor realiza a la persona; el rechazo y la agresión destruyen su vida y la hacen infeliz. Y para esto, la persona necesita aprender a vivir, necesita ser educada y no simplemente criada. Vincularse es salir de sí y compartir. Así se realiza la comunidad humana. La comunidad requiere maduración personal, es decir, capacidad de vivir en comunión con los demás, pero diferenciadamente (como ser distinto de los demás), sin masificarse.

Dios, como Creador, ama lo que hace: Él ha creado amando. Él es fuente de Justicia y de Amor. Justicia en la que debemos vivir y obrar, y amor en la posibilidad de darnos y encontrarnos con Él y con los demás. El amor de Dios puede trascender su justicia y, entonces, se transforma en misericordia. Será parte de la dignidad del ser humano respetarse y cultivarse a sí mismo en el desarrollo, madurez y perfección interior como persona. Y, a la vez, vivir y convivir en el respeto de los demás para caminar en la unidad de una misma raza humana hacia un horizonte de comunión fraterna universal. La dignidad del ser humano incluye también el respeto del hombre a la naturaleza, al cosmos creado por Dios y regido por las leyes que Él le ha dado. Un sabio conocimiento científico de la realidad conduce al descubrimiento, admiración y alabanza del Dios Creador.

Desde esta perspectiva creacional y antropológica, el hombre como persona queda abierto a dos dimensiones de la vida: la justicia y el amor. Dios nos llama a vivir el sentido que Él ha dado a nuestra vida. Y ese sentido está en su Amor desbordado hacia nosotros.

Es necesario, en la vida, discernir lo que Dios quiere para no equivocarse y perjudicarse. Todos los derechos y obligaciones pueden sintetizarse en este mandato del Creador, revelado a través del apóstol Juan: Vivan en el amor. El amor es el mandato original del hombre y la plenitud de la ley y la justicia.

A modo de síntesis, podemos decir qué entendemos por tarea educadora. Desde esta perspectiva y, al hablar de educación, nos referimos a:

• Transmitir y formar la identidad humana, es decir, personalizar.

• Enseñar a vincularse y convivir (trascenderse y construir la dimensión comunitaria), es decir, socializar.

• Revelar la dimensión trascendente de Dios y de la vida (trascendencia total), es decir, cristianizar.

• Enseñar a discernir el bien del mal; la verdad y la equivocación; lo real y lo fantasioso o interesado, especialmente en relación con la cultura, es decir, pensar y buscar la verdad y el bien.

Así la institución educativa se descubre como un laboratorio de la vida y de formación de personas humanas para la vida, según la identidad creacional.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce
El P. Ricardo, fundador del MPD

P. Ricardo
Cristo Vive Aleluia!
Nº 157, p. 24 (2007)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.