La Virgen, como Madre del Cuerpo Místico de Cristo, nos ayuda a vivir efectivamente
las gracias bautismales
¡Qué importante es abrirse al Espíritu, recibir
las gracias y permanecer con Él, fieles a
la relación esponsal
a todos
los niveles!
María exhorta, enseña y guía. A partir de ello T. Vlasic se propone indicar los pasos del encuentro con Dios
He aquí los elementos fundamentales del camino del grupo:
«Muchos oran, pero poquísimos entran en la oración». Para entrar en la oración hacen falta dos pasos:
1) entregar los propios pecados y los de los demás que nos afectan. Esto quiere decir renunciar a los pecados, arrancarlos del alma y entregarlos a Jesús para que los elimine. Debe implicarse la persona por entero y ser activa al expresar a Dios en el silencio lo que afecta a la propia intimidad, y en público lo que afecta a la comunión fraterna o el pecado del mundo;
2) entregar a Dios todos los problemas para florecer tanto interiormente como en la relación con los demás, con una actitud de serenidad, de confianza y de amor (Mt 6,14-34). Aquí el coordinador del grupo tiene mucho que hacer: poco a poco debe liberar a los miembros del grupo de cerrazones, miedos, pasividad, falsas espontaneidades, fanatismo, prepotencia, evasión afectiva que hace sangrientas las heridas y lleva al patetismo. Es importante que el animador estimule a cada uno de los miembros, no permita que los individuos cubran la pasividad de otros, y que él mismo no sustituya nunca a los demás.
La entrada en la oración no acaba aquí, sino que cada etapa del camino se desarrolla y se perfecciona, se abre a la infinidad de la acción de Dios y a la originalidad de cada individuo y del grupo.
Éste es un paso importante, delicado y muy sencillo. No se trata del nivel de los carismas o de las cosas "extraordinarias", no es ni siquiera la comprensión de teorías o la expresión de emociones religiosas. Se trata sencillamente de abrir el corazón y escuchar en el alma los impulsos del Espíritu Santo, acogerlos y vivirlos. Hace falta honestidad, sinceridad, humildad, sencillez, elevarse por encima de cualquier interés para la gloria de Dios. Hay que ser fieles a la vida de Dios en el alma. María, Esposa por excelencia del Espíritu Santo, nos introduce en esta relación si estamos disponibles y si nos entregamos a Ella. Tras su sí y nuestro sí pronunciado junto a Ella, baja el Espíritu Santo (Lc 1,34-35). La Virgen, como Madre del Cuerpo Místico de Cristo, nos ayuda a vivir efectivamente las gracias bautismales. San Pablo, de distintas maneras y en varios puntos de sus cartas, nos explica la relación con el Espíritu Santo, y particularmente en la carta a los romanos. He aquí algunos fragmentos:
«Ustedes, en cambio, no están bajo el dominio de la carne sino del espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece» (Rom 8,9). Y también: «El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios» (Rom 8,16), da testimonio de nuestra identidad en Dios y toda la dinámica de la gracia. «Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios» (Rom 8,26-27).
Al final del capítulo 8 de la carta a los romanos, san Pablo nos introduce en el triunfo de la vida del Espíritu Santo por medio del amor de Cristo. Que el animador no se preocupe por la falta eventual de "instrumentos privilegiados" en el grupo, sino que se comprometa a conducir a las personas a la libertad y a la actividad en el Espíritu Santo.
En el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo se unen todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y se comunican entre ellos. Aquí están presentes María Santísima, los ángeles, los santos… El grupo está abierto a otros grupos, a las gracias que se reciben a través de ellos. El Espíritu Santo se expresará en sus obras: «El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley» (Gal 5,22-23). De aquí nacerán los dones de Dios y sus instrumentos.
¡Qué importante es abrirse al Espíritu, recibir las gracias y permanecer con Él, fieles a la relación esponsal a todos los niveles! Aquí se expresa la auténtica madurez cristiana del animador.
El compartir entre los miembros del grupo comprende toda la dinámica de la vida de Dios en las almas y entre ellas. Esta dinámica se explica a través de los elementos ya mencionados y que actúan en este ámbito: entrar en la oración, abiertos al Espíritu Santo y activos en Él. ¿Qué es lo que se comparte? La Palabra de Dios y todas las inspiraciones que proceden de Él. Todo encuentra su culminación, se verifica y se perfecciona en el Verbo de Dios, en su enseñanza y en su Persona. Es Jesucristo quien da valor a su enseñanza; de otro modo, la palabra se quedaría en una teoría, una ideología, estaría vacía sin la Persona de Jesús que en el Espíritu Santo nos guía al Padre.
Compartiendo unos con otros las experiencias interiores, se camina con Jesús, se afronta todo lo que aún no está redimido en las personas, se camina en la dirección de la muerte-resurrección, abiertos al Pentecostés, es decir, a las gracias especiales del Espíritu Santo que perfecciona incesantemente la vida en las almas. Incluso estando aún en camino hacia la redención completa, podemos tener la fe, la esperanza y la caridad que actúan libremente en nosotros. La oración del Espíritu Santo se hace viva y se expresa a través de las personas para que oren como es debido (Rom 8,26-27). El animador sabrá elegir con sencillez modos y medios de comunicación entre los miembros. Estará atento a que todos los elementos de que hemos hablado funcionen, y que haya apertura a la comunión con el Cuerpo Místico de Cristo. Dejará espacio, en el silencio, a las iniciativas positivas de cada uno, y llevará al grupo a adquirir compromisos, intenciones y camino comunitario. Tendrá también cuidado de que el compartir no derive al nivel humano de un desahogo, perdiéndose de este modo la acción de la gracia.
Debería ser sencilla, espontánea y brotar del Espíritu que implica a las personas en su totalidad e integridad, respetando la gradualidad del camino. Que se involucre el grupo entero, para que no quede ningún peso en las almas, ninguna piedra sin remover. El animador debe estar atento a los límites y a las necesidades de cada uno y eventualmente tratarlas individualmente. Su disponibilidad sincera hacia María Santísima abrirá el camino a las personas. La oración no está unida y concentrada en el sujeto exclusivamente, sino que está abierta a todas las necesidades del grupo, de la Iglesia de Cristo y del mundo. En la oración las personas parten, en el Espíritu Santo, para una misión universal.
Con Jesús se va hacia el Padre. La oración se condensa y tiene su finalidad en recapitular todo en Cristo: en nombre de Jesús, en el Espíritu Santo, el grupo eleva su oración al Padre, fuente y culmen de la vida. Se ora y se canta el Padre Nuestro. En la liturgia esta oración se reza de pie. Los seis videntes de Medjugorje dicen que la Virgen, cuando reza el Padre Nuestro, alarga los brazos y los levanta en alto dirigiendo el rostro y toda su persona a Dios. También es bueno que nosotros lo recemos así durante el encuentro de oración del grupo.
Bendecir significa "decir bien", "dar bien". En la bendición se envía el mensaje de la salvación, se transmite la vida de Dios que fluye por las almas. Es el Espíritu Santo el que comunica la bendición y la hace operativa, con la sonrisa del alma y del rostro, en la alegría y en la paz expresadas a través de los deseos y los pensamientos. Todo el ser, en su dinamismo, expresa la acción de Dios Trino y Uno y la transmite a todos y al universo.
No consiste en decir: "Hasta la próxima". Si sólo fuese esto, el grupo quedaría inerte, la semilla no produciría fruto. Con el tiempo, en el grupo se advertiría la pasividad, la pesadez, las personas no acogerían los impulsos del Espíritu Santo, quedarían constreñidas en su propio yo. Es en este punto que sale la respuesta y la responsabilidad frente a la gracia de parte de cada uno de los miembros del grupo entero. Las personas vuelven a la vida cotidiana y oran, utilizando las gracias recibidas y haciéndolas fructificar. Afrontan las dificultades e implican en el camino a las personas de buena voluntad, adquieren experiencia que luego llevan al grupo para dar juntos un paso adelante. Así el camino continúa, se expresa en el vórtice de la vida trinitaria. Las personas acogen las gracias del Espíritu Santo, caminan en la vida cotidiana junto a Jesús hacia el Padre. Unidas en la dinámica de la vida trinitaria, reciben nuevas gracias para ir por el mundo y hacerlas fructificar en nombre de Dios y para su gloria. «Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con los signos que la acompañaban» (Mc 16,20).
Tomislav Vlasic |
Adaptado de © 2003 Eco di Maria Regina della Pace. |