De San Ignacio de Loyola. Hemos dado a cada regla de la primera semana
un número que indica la semana
y la regla; por ejemplo: "1.4"
significa "primera semana de Ejercicios, cuarta regla".
1.1 A las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, el enemigo comúnmente acostumbra proponerles placeres aparentes, haciéndoles imaginar deleites y placeres sensuales para conservarlas y aumentar sus vicios y pecados. En ellas, el buen espíritu obra de modo contrario, cuestionándolas y remordiéndoles la conciencia a través de la razón.
1.2 En las personas que van purificándose intensamente de sus pecados y creciendo en el servicio a Dios, es al contrario que en la primera regla: es propio del mal espíritu morder, entristecer y poner impedimentos, inquietándolas con falsas razones para que no sigan adelante. Es propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y paz, facilitando y quitando toda traba para que progresen obrando el bien.
1.3 Llamo consolación cuando en el alma aparece algún movimiento interior que la inflama de amor a su Creador y Señor; ya no puede amar a ninguna cosa creada sino al Creador de todas ellas. También cuando derrama lágrimas de amor a su Señor, ya sea por el dolor de sus pecados, o de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, o de otras cosas directamente ordenadas a su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación a todo aumento de la fe, esperanza y caridad, y a toda alegría interior que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud del alma, aquietándola y pacificándola en su Creador y Señor.
1.4 Llamo desolación a todo lo contrario de la consolación, así como oscuridad del alma, turbación, inclinación a cosas bajas o terrenas, inquietud debida a diversas agitaciones y tentaciones, tendencia a la infidelidad, sin esperanza ni amor, hallándose el alma toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, los pensamientos que tenemos en la consolación son contrarios a los que tenemos en la desolación.
1.5 En tiempo de desolación nunca hacer cambios, sino permanecer firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba antes de la desolación, o en la consolación anterior. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen Espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no podemos tomar un camino acertado.
1.6 Dado que en la desolación no debemos cambiar los primeros propósitos, ayuda mucho trabajar intensamente contra la misma desolación, insistiendo más en la oración y la meditación, discerniendo con cuidado, y extendiéndonos convenientemente en hacer penitencia.
1.7 El que está en desolación considere cómo el Señor le ha dejado en prueba con sus capacidades naturales, para que resista a las diversas agitaciones y tentaciones del enemigo con el Auxilio divino, que siempre le queda aunque no lo sienta claramente. Porque el Señor le ha retirado su mucho fervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole la gracia suficiente para la salud eterna.
1.8 El que está en desolación trabaje por crecer en paciencia, que es contraria a las tribulaciones que le vienen, y piense que pronto será consolado, poniendo los medios contra la desolación como está dicho en la sexta regla.
1.9 Hay tres causas principales de desolación:
1.10 El que está en consolación piense cómo estará en la próxima desolación, y fortalézcase para entonces.
1.11 El que está en consolación trate de humillarse y bajarse cuanto pueda, pensando qué poca cosa es en tiempo de desolación, sin esta gracia de consolación. Por el contrario, el que está en desolación, piense que puede mucho con la gracia de Dios, la cual es suficiente para resistir a todos sus enemigos, y así fortalézcase en su Señor.
1.12 El enemigo se parece a una mujer en tener poca fuerza y, sin embargo, parecer fuerte. Es propio de la mujer desanimarse y huir si un hombre la enfrenta; por el contrario, si el varón retrocede, su ira y su ferocidad son muy grandes y desmedidas. De igual manera, es propio del enemigo debilitarse, desanimarse y retirar sus tentaciones cuando se resisten y enfrentan sus ataques. Si uno comienza a temer y a desanimarse en la lucha contra las tentaciones, no hay animal en la Tierra tan fiero como el enemigo de la humana naturaleza, que busque hacer daño con tanta mala fe.
1.13 Asimismo, el enemigo se parece a un vano enamorado en querer ser secreto y no descubierto. El hombre vano que intenta seducir a una hija o mujer casada quiere que sus palabras y sugerencias sean secretas, y le molesta mucho cuando la hija al padre o la mujer al marido descubren sus palabras engañosas y su intención depravada, porque deduce fácilmente que no podrá salirse con la suya. De igual manera, cuando el enemigo de la humana naturaleza trae astucias y sugerencias al alma justa, quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto. Si se descubren al buen confesor o a otra persona espiritual que conozca sus engaños y malicias, le molesta mucho, porque sabe que al haber sido descubierto ya no podrá lograr su objetivo.
1.14 Asimismo, el enemigo actúa como un asaltante para vencer y robar lo que desea. Así como un capitán, estudiando las fuerzas o disposición del adversario, le combate por la parte más débil, de la misma manera el enemigo de la humana naturaleza, rondando, examina todas nuestras virtudes —teologales, cardinales y morales—, y por donde nos halla más débiles y necesitados nos ataca y trata de tomarnos.
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