María Corsini nace en Florencia el 24 de junio en 1881; mientras que Luigi Beltrame nace en Catania el 12 de enero de 1880. Los dos crecen en familias católicas y desde pequeños practican fervientemente su fe, asisten todos los domingos a Misa y participan de los sacramentos. Ambos se conocen en Roma cuando son adolescentes. Recién licenciado en Derecho, el joven siciliano tuvo la suerte de descubrir a una muchacha florentina alegre y decidida, y se casan en la basílica Santa María la Mayor el 25 de noviembre de 1905. María es profesora y escritora de temas de educación, comprometida en varias asociaciones (Acción Católica, Scout, etc.). Luigi es un brillante abogado. Tuvieron cuatro hijos: Filippo en 1906 (hoy Mons. Tarcisio de la diócesis de Roma), Stefania en 1908 (que más tarde ingresa a la orden benedictina, siendo conocida como la Madre Cecilia, fallecida en 1993), y Cesare en 1909 (hoy el P. Paolino, monje trapense). En 1913, la joven familia atraviesa un momento doloroso y bastante incierto cuando el cuarto embarazo de María tiene serias complicaciones y los médicos pronostican que no sobrevivirá al parto, ni tampoco la beba. Uno de los mejores ginecólogos de Roma les dice que las posibilidades de supervivencia de la madre son de un 5 por ciento. Aunque los doctores manifiestan que un aborto podría salvar la vida de María, los esposos deciden confiar en la protección de Dios. Y, si bien es cierto que el embarazo es difícil, tanto madre e hija milagrosamente sobreviven. Esta experiencia lleva a toda la familia a consolidar su vida de fe y trabajar duro por sus anhelos de santidad. Enrichetta nace en 1914, más tarde constituye un hogar según el modelo de sus padres, y luego se consagra privadamente a Dios. Agradece a sus padres "aquel acto de heroismo cristiano". La familia Beltrame Quattrochi es conocida por todos por su activa participación en muchas organizaciones católicas. Luigi es un abogado respetado, que ocupa un cargo importante dentro de la política italiana y que culmina su carrera siendo vice-abogado general del Estado. María trabaja como enfermera voluntaria en la guerra de Etiopía y en la Segunda Guerra Mundial. "Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal —afirmó el Papa— supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la Eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales". El Pontífice manifestó que los esposos "vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida. Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor". "Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una 'buena noticia' para el mundo", puntualizó. Filippo, uno de los hijos, expresa en un testimonio el deseo de que la proclamación de sus padres como modelos de vida cristiana ayude a impulsar el sentido cristiano del matrimonio. Recuerda que "nuestra vida familiar no tuvo nada de extraordinaria, fue un hecho ordinario, con sus debilidades. Sin embargo, seguimos siempre enseñanzas importantes que las almas de buena voluntad pueden disponerse a imitar y a realizar también hoy". Filippo considera por ello que "la beatificación de mis padres es hoy una ocasión para relanzar los valores de la familia cristiana". En efecto, según la proclamación de sus virtudes heroicas realizada por el cardenal José Saraiva Martins, los esposos Beltrame Quattrocchi "han hecho de su familia una verdadera iglesia doméstica abierta a la vida, a la oración, al testimonio del Evangelio, al apostolado social, a la solidaridad hacia los pobres, a la amistad". Además, a su intercesión ha sido atribuido un milagro que ha abierto la vía para su beatificación. Luigi y María eran una familia acomodada y a la vez generosa, que supo acoger en su casa romana a muchos refugiados durante el último gran conflicto y organizar grupos de «scouts» con muchachos de los barrios pobres de Roma durante la postguerra. "Fuimos una familia abierta a los amigos y a todos los que querían respirar el clima de nuestro hogar", relata Filippo. "La habitación de huéspedes siempre estaba lista. En los años de la guerra, a menudo arriesgando muchísimo, acogimos y prestamos ayuda a todo el que la pidió", concluyó. Cesare recuerda "el ambiente ruidoso y alegre de nuestra casa, sin beaterías o ñoñerías". Enrichetta asegura que sus padres no discutieron jamás delante de los hijos. "Es lógico que hayan tenido divergencias, pero nosotros nunca las vimos. Los problemas los resolvían hablando entre ellos". Pero son, sobre todo, una pareja normal —con las aficiones típicas de la clase media romana desde la política hasta la música—, que se apoyan el uno en el otro para sacar adelante a sus cuatro hijos. Por su cargo de abogado del Estado, Luigi conoce a los grandes políticos de la posguerra mientras que María es profesora y escritora. |
La santidad de ambos crece en pareja pues, de hecho, antes de casarse, Luigi Beltrame Quattrocchi no vivía su fe cristiana con especial fervor. La Congregación para la Causa de los Santos trata este caso como algo especial, y con la aprobación del Papa Juan Pablo II, se esclarece el camino para su beatificación luego de reconocer un milagro a su intercesión. Es la primera vez que la ceremonia de beatificación se realiza de manera conjunta. La beatificación se convierte en el momento culminante de la fiesta de la familia organizada al cumplirse los veinte años de la exhortación apostólica Familiaris Consortio. El cardenal José Saraiva Martins, señala que es imposible beatificarlos por separado debido a que no se puede separar su experiencia de santidad, vivida en pareja y tan íntimamente. Su extraordinario testimonio no puede permanecer escondido. Los tres hermanos estuvieron presentes en la beatificación de sus padres. Por lo menos 40 mil personas asisten a la ceremonia de beatificación de los esposos en la basílica de San Pedro. Asisten los dos hijos varones del matrimonio (Filippo y Cesare), quienes concelebran la Misa de beatificación con el Papa. La tercera, Enrichetta, se sienta entre los peregrinos que llenan hasta el tope el templo más grande de la cristiandad. Cesare recuerda con sencillez la figura de sus padres. "Si bien nunca había imaginado que un día serían proclamados santos por la Iglesia, puedo afirmar sinceramente que siempre percibí la extraordinaria espiritualidad de mis padres. En casa siempre se respiró un clima sobrenatural, sereno, alegre, no beato. Independientemente de la cuestión que debíamos afrontar, siempre la resolvían diciendo que había que hacerlo «de tejas para arriba». Entre papá y mamá se dio una especie de carrera en el crecimiento espiritual. Ella comenzó antes, pues vivía ya una intensa experiencia de fe, mientras que él era ciertamente un buen hombre, recto y honesto, pero no muy practicante. A través de la vida matrimonial, con la decisiva ayuda de su director espiritual, también él se echó a correr y ambos alcanzaron elevadas metas de espiritualidad. Por poner un ejemplo: mamá contaba cómo, cuando comenzaron a participar diariamente en la misa matutina, papá le decía «buenos días» al salir de la iglesia, como si sólo entonces comenzara la jornada. De las numerosas cartas que se dirigieron, que hemos podido encontrar y ordenar, emerge toda la intensidad de su amor. Por ejemplo, cuando mi padre se iba de viaje a Sicilia, era suficiente que llegara a Nápoles para que enviara un mensaje, en el que contaba a su mujer lo mucho que la echaba de menos. Este amor se transmitía tanto hacia dentro -durante los primeros años de matrimonio vivían también en nuestro piso los padres de ambos y los abuelos de ella- como hacia fuera, con la acogida de amigos de todo tipo de ideas y ayudando a quien se encontraba en la necesidad. La educación, que nos llevó a tres de nosotros a la consagración, era el pan cotidiano. Todavía tengo una «Imitación de Cristo» que me regaló mi madre cuando tenía diez años. La dedicatoria me sigue produciendo escalofríos: «Acuérdate de que a Cristo se le sigue, si es necesario, hasta la muerte»". En su homilía, el Santo Padre asegura que los esposos beatos, durante más de sus 50 años como matrimonio saben vivir "una vida ordinaria de manera extraordinaria". Los dos esposos fueron cristianos convencidos, coherentes y fieles a su propio bautismo; supieron acoger el proyecto de Dios sobre ellos y respetaron su prioridad; fueron personas de gran caridad, entre sí, con los hijos y con el prójimo, promoviendo el bien y la justicia; fueron personas de esperanza, que supieron dar el justo significado de las realidades terrenas, con la mirada puesta siempre en la eternidad. Juan Pablo II, que desde hacía años soñaba con poder beatificar a una pareja, dado que María y Luigi no murieron el mismo día, tomó entonces una decisión revolucionaria: la fiesta de los dos beatos se celebraría conjuntamente en un mismo día, en el aniversario de su matrimonio: el 25 de noviembre. |
.
Por Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor.
Más información:
Este documento se ofrece instar manuscripti para su divulgación. Es una copia de trabajo para uso interno de El Movimiento de la Palabra de Dios, y ha sido depurada dentro de lo posible de errores de tipeo.