Reseña biográfica del beato P. Miguel Pro, sj, mártir (1891-1927)
El padre Pro es un santo del siglo veinte. José Ramón Miguel Agustín Pro Juárez nace en Guadalupe (México), el 13 de enero de 1891. Siendo muy niño se intoxica al comer unas frutas pasadas y queda al borde de la muerte. La madre lo lleva ante la imagen de la Virgen María y lo encomienda con toda su fe, y el niño se cura prodigiosamente.
De jovencito es sumamente inquieto. Muy alegre, trabajador y optimista, pero revoluciona toda su casa. Un día oye que la madre llena de angustia exclama: «Oh Dios mío: convierte a este hijo mío». Y el joven, que ama inmensamente a la buena mamá, le da un abrazo y le dice: «Mamá: mi segundo nombre es Agustín, y san Agustín fue un gran convertido. Ya verás que yo también me voy a convertir».
A los veinte años siente un gran vacío: necesita de alguien que lo acompañe espiritualmente. Se da cuenta de que solo no logrará acertar con el camino de la santidad del amor. Afortunadamente un sacerdote jesuita lo invita a una convivencia de tres días, y allí encuentra paz e inspiración.
Desde su encuentro con los padres jesuitas, Miguel cambia totalmente. Ahora ya es más reflexivo y menos superficial. Su hermana se hace religiosa y él siente también un gran deseo de entrar a una comunidad. Los jesuitas lo aceptan para su noviciado (año de preparación para entrar en la Compañía).
En 1911 se va al noviciado de los jesuitas. Para su alma tan inquieta, aquella quietud y seriedad del noviciado se le vuelve supremamente dura. El Padre Maestro de novicios lo invita a resistir siquiera por seis meses, y entonces Miguel, que todo lo que hace lo hace con toda su alma, se dedica de lleno a la oración, a la meditación y a las buenas lecturas, y llega a ser un novicio muy alegre y simpático, pero también muy piadoso y cumplidor de sus deberes.
En 1913 hace sus votos de pobreza, castidad y obediencia, y queda admitido como jesuita. Ese año estalla una revolución en México, y el papá de Agustín pierde sus bienes, que pasan a manos de los guerrilleros. El noviciado jesuita es invadido y los religiosos tienen que salir huyendo disfrazados.
Miguel viaja disfrazado de campesino, y por entre maizales y montes logra llegar a Guadalajara. Los superiores, viendo el peligro que corren los jóvenes novicios, los envían a Estados Unidos a seguir sus estudios. Pero el no saber inglés les trae muchas molestias, y entonces lo envían a España, país neutral durante la primera guerra mundial (1914-1918).
Los jesuitas lo envían a Bélgica para que vea cómo trabajan los sacerdotes con los obreros, y luego a París para que conozca los apostolados sociales de la Iglesia. Así se va encariñando más y más con el apostolado entre los más pobres.
Es ordenado sacerdote en 1925, y enviado otra vez a su patria México, donde la persecución a la Iglesia Católica es espantosa. El presidente Calles ha jurado acabar con la religión católica y prohíbe toda actividad en favor de la fe.
El Padre Pro va por las casas celebrando la Eucaristía, disfrazado de vendedor o de médico, etc. Viaja en bicicleta como un mensajero y organiza un grupo de 400 catequistas para enseñar la fe. Los policías son diez mil pero no logran capturarlo.
En plena persecución dicta en ciudad de México una tanda de retiros por tres días a un gran número de empleadas domésticas, y ninguna cuenta a la policía que ese es el famoso Padre Pro. Disfrazado de mecánico va a los garajes y talleres a dar charlas religiosas a los obreros, y vestido a la última moda llega a las casas de los ricos a dictar conferencias de fe a las señoras ricas allí reunidas.
Sus grandes devociones son la Eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen. Respecto al Espíritu Santo exclama: «Yo por mi poca instrucción debería decir negro y digo blanco en mis charlas, porque confío en el Divino Espíritu y Él me ilumina siempre lo que debo decir». Y en cuanto a la Madre siente por Ella el afecto de un buen hijo hacia la mejor de las madres, y la Madre de Dios lo libra y le salva la vida muchísimas veces, porque los peligros eran de todos los días y a toda hora.
Finalmente lo llevan a la cárcel y le dictan sentencia de muerte. Antes de ser fusilado le dicen que exponga su último deseo: «Quiero que me dejen unos momentos para rezar y encomendarme al Señor». Y en el momento en que le van a disparar extiende sus brazos en cruz y grita: «Viva Cristo Rey». Y muere mártir por defender la santa religión católica. Era el 23 de noviembre de 1927.
La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, decían los antiguos. El Padre Pro derrama su sangre por defender la fe en Jesucristo, y ahora en México el catolicismo es la religión de la inmensa mayoría y sigue progresando admirablemente con la bendición de Dios.
Miguel Pro es beatificado por Juan Pablo II en 1988.
Oración
Proclamamos, Señor, tu poder
y humildemente te pedimos que, así como concediste a Miguel Pro
ser fiel imitador en la pasión de Cristo,
así nos otorgues a nosotros
que la fortaleza que manifestó en su martirio
sea sostén de nuestra debilidad.
Por Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor.
Más información: | ||
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corazones.org | Wikipedia |
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