El Señor pasó por mis ojos

Quiero contarles cómo el Señor Jesús me mostró el poder de su amor, para que compartan mi alegría y mi alabanza por estos frutos. El Amor de Jesús se me mostró a través de mis ojos. Yo tengo una lesión cicatrizada en la retina de cada ojo, y además miopía y movimiento. Lo que más me afectaba para ver bien eran las lesiones, las que, debido a que se encuentran en la retina, no tienen cura para la ciencia humana. Mi visión era poca en los dos ojos, pero mucho menor en el ojo derecho, que además no utilizaba; sólo veía con el izquierdo.

A partir de un retiro, en el cual unos hermanos oraron por la curación de mis ojos y se notó mejoría, vimos que el Señor quizá quería pasar por ellos curándolos. Entonces me empecé a reunir con Osvaldo S. y Gisela G. una vez por semana alrededor de un mes. Le pedíamos al Señor que con el poder de su Espíritu de Amor sanara mis ojos. Las oraciones eran guiadas y bendecidas por el Padre. Mis hermanos intercedían por mí, los tres pidiendo en el mismo amor fraterno que el Señor nos regalaba.

En primer lugar, el paso del Señor se vio en el ojo izquierdo. Hubo un progreso notable: comencé a ver con mayor nitidez, aumentaba mi visión, y tanto en mi casa como mi abuela y mis hermanos del Movimiento notaban mi vista cambiada, más quieta; ya podía controlar mejor la dirección de mi mirada. Todo este progreso lo pude comprobar cuando fui al cine y pude leer el subtitulado de la película desde la séptima fila, cosa que antes no podría haber hecho sino desde la segunda y con mucho esfuerzo. Aquí me di cuenta realmente de hasta dónde mi Señor había actuado.

En el ojo derecho el paso del Señor fue mucho más notable. Una tarde, al día siguiente de una oración, noté que veía distinto. Mi campo visual era mucho más grande. Tapándome el ojo izquierdo y comparando la visión con el derecho, descubrí que con ese ojo derecho (con el que veía tan poco y al que no utilizaba), no sólo podía ver bien sino que podía ver y veo mucho más que con el izquierdo. ¡Gloria al Señor!

Toda esta mejoría fue confirmada una semana más tarde por el oculista que me atiende. Ante todo me estuvo revisando por más de una hora. Luego dijo a mi mamá y a mí que se encontró con una persona totalmente cambiada, ya que mis ojos eran otros (aunque no entendía el por qué). Dijo algo muy importante: que yo personalmente había cambiado, porque sentía que mis ojos ya eran útiles, y tiene razón.

Me notó mejor en todo (miopía y lesiones). Se sorprendió mucho al comprobar que podía ver con el ojo derecho, y que veía a cinco metros lo que antes veía a sólo dos. Además dijo que aún tenía cortedad de vista, pero dentro de lo normal.

— Todo esto es por obra de Dios —me dijo, y añadió— Dios es el único que lo puede hacer, ya que la ciencia en mi caso nada puede.

El Padre no sólo hizo maravillas en mis ojos sino también en mi corazón, y en los corazones que Él quiso. En mi familia en general, pero más notablemente en mi abuela: quiso que la acompañara a confesarse y a comulgar. Mi papá se comporta de manera distinta, y mucho más luego de la confirmación del oculista. Mi mamá se transformó totalmente. El Señor está obrando y logrando cosas importantísimas: ella me cuenta que ahora realmente cree, que siente a Dios mucho más cerca, que la acompaña la fe y eso le da alegría. Yo le regalé un Nuevo Testamento: lo lee, y habla del Señor a la gente que conoce. Y el mismo Señor ha ido tocando el corazón a los que ha hablado.

Jesús llegó a mí mostrándome que todo su poder está en su amor. Veo que todo lo hizo con él, y que ese amor es tan poderoso que puede transformar una naturaleza todavía imposible de cambiar para la ciencia humana, y habitar en corazones que parecían inquebrantables. «Hasta ahora no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta» (Juan 16,24).

Muchas veces, abriendo ocasionalmente el Evangelio, me salía Juan 9: Curación de un ciego de nacimiento, y el Señor me detenía en el versículo 3: «Nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios». ¡Gloria al Padre, y al poder de su amor que derrama por medio de los hermanos!.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Susana F.
Cristo Vive Aleluia!
Nº 20, pp. 17-19 (1979)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.