Ingresé al Movimiento en Pascua del '86. Mi esposo, José María, hace 15 años que trabajaba en la Acción Católica. Hacía unos tres años y medio que estábamos casados, y tres que buscábamos infructuosamente un bebé.
Pasamos por muchos análisis y revisaciones. Hasta la pérdida espontánea de un supuesto "embarazo". Nuestro corazón por entonces estaba lleno de angustias, tristezas, ansiedades y desesperación.
Los familiares aportaban lo suyo (sin mala intención), diciendo que seguramente sería una cuestión sicológica, pues físicamente hasta entonces no se había encontrado nada. Esto nos parecía algo mucho más difícil de solucionar, además de tenerle aprensión a todo lo que implicara tratamiento sicológico.
Después de tejer y destejer argumentos y situaciones a seguir, decidimos por última vez probar un nuevo ginecólogo y, si no daba resultado, acudir a otro tipo de profesional.
Mi comunidad en San Martín, que estaba al tanto de nuestro problema y decisión, nos acompañaba desde la oración y entrega personal para que el Señor obrara desde la intercesión del Centro, de los servidores que recogían las intenciones para orarlas, de mi comunidad, de nosotros dos, y pasando por familiares más cercanos hasta dos tías religiosas que hacían cuantiosas oraciones en nuestro favor.
La Eucaristía era el "poner en sus manos". Y con ese mismo espíritu llegamos hasta la primera cita con el médico, que abrió totalmente el panorama detectando algunas alteraciones que hacían suponer anormalidades hormonales. Así se descartaba lo sicólogico, pero eso sí, dando a seguir un "tratamiento largo y duro" pero con probabilidades.
Los primeros análisis fueron realmente desalentadores, pero como teníamos de nuestro lado la oración, ¡la usábamos y cómo! Esos análisis se volvieron a repetir a los veinte días y los resultados dieron exactamente lo contrario. La oración empezaba a dar sus frutos.
Para no hacerlo tan extenso les cuento que el "tratamiento largo y duro", duró aproximadamente 40 días nada más, ya que el Señor nos envió un bebé inmediatamente a pesar de que mis condiciones físicas no cambiaron, puesto que el tratamiento por estar en sus inicios no daba posibilidades de variaciones hormonales aún (en iguales condiciones habíamos intentado los tres primeros años de casados).
Recuerdo que, con sorpresa, el médico nos envió a hacer un test de embarazo. Al ir a retirarlo, oré todo el camino con una oración de entrega y esperanza, de ponerme en sus manos. Y con la mano en el picaporte dije con profundo recogimiento: "que se haga en mí tu voluntad". Aún hoy recuerdo el espíritu de abandono que navegaba en mi interior. Cuando por fin abrí y leí POSITIVO, la alegría fue tal que brotaron las lágrimas a borbotones. Todos los pensamientos y sentimientos se me mezclaban: recordaba cuántas veces había leído NEGATIVO en otros análisis y veía consumada la entrega, veía cómo el Señor nos escuchaba, veía cumplir sus promesas.
El retiro de Iniciación lo llevé a cabo con una panza de 8 meses. Todo ese tiempo el Señor cuidó de nosotros y María fue mi compañía estando con su presencia en el parto. Gabriel nació en Junio de 1987.
Pero como si esto fuera poco regalo, al año y dos meses de haber nacido Gabriel y sin haber tratamientos o cambios voluntarios o inducidos algunos, el Señor volvió a poner en nuestras manos otra vida para cuidar para gloria de su Reino. Estábamos verdaderamente sorprendidos y llenos de alegría, no sabíamos qué hacer con tanta gracia.
En una profecía el Señor me decía que Él estaría en el momento del parto, que Él me acompañaría. Yo no entendía. Muchas cosas cruzaban mi mente, muchos miedos también, porque José María es diabético. Estaba en el último tramo del embarazo pero confiaba en que Él se haría cargo de todo como siempre.
Poco tiempo después, quince días antes del parto, José María se contagia una hepatitis que nos separa durante un mes por razones obvias. Jesús lo sabía y por eso quería tranquilizarme. Cuando el médico diagnosticó, lo primero que recordé fue la profecía. Fue duro para mi esposo una vez más resignarse a no presenciar el parto. Pero nos dábamos ánimo mutuamente confiados en que Jesús "estaría conmigo". Y su presencia y sus cuidados estuvieron allí. Pablito nació en junio de 1989 sin ninguna complicación, aunque el padre recién lo pudo alzar a los 8 días… Y bueno, a veces algo hay que sacrificar…
Hoy tienen: Gabriel 3 años y Pablito 1, y los amamos profundamente porque en medio de nosotros está reinando el Señor. ¡Gloria y alabanzas al que da el ciento por uno!
Ninona de L. |
© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |