El amor de Dios me sanó

Ingresé al retiro en el Colegio San José un fin de semana de octubre de 1992, presentando un hematoma extenso (la totalidad del brazo y antebrazo derecho), provocado por una extracción de sangre e incorporación por vena de un medicamento. Su magnitud me llevó a hacer una consulta a mi médico y a una médica amiga. Ambos coincidieron en lo fundamental: era necesario administrar antibióticos preventivamente, y esperar por lo menos un mes para que desapareciera totalmente el hematoma.

Tanto en mi lugar de trabajo como en la comunidad, algunas personas vieron el estado de la lesión. El sábado en el retiro, mientras tomábamos algo en la merienda, le mostré el brazo a varios hermanos del Centro de Flores.

Presentaba un aspecto que impresionaba, extendiéndose desde la axila hasta la muñeca, con un color violeta oscuro y bordes amarillentos, sin ningún dolor.

Después de la experiencia del retiro, el lunes por la mañana, advierto con sorpresa que mi brazo derecho no presentaba marcas de ningún tipo, ni hematoma, ni nada. Mi brazos estaban exactamente iguales. Consulté inmediatamente con mi amiga médica acerca de la factibilidad de que el hematoma desapareciera antes de las 48 hs. La respuesta fue NO. El martes, charlando con Carlos, él observó la sanación del hematoma que cuatro días antes había visto impresionado, y me sugirió que escribiera este testimonio.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Nélida L.
Cristo Vive Aleluia!
Nº 87, p. 12 (1993)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.