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La primacía de la oración

En el mensaje de Mediugorie de abril la Virgen nos invitaba a acoger el fruto de la Pascua: la unión de nuestra vida a Dios Creador. El mensaje del mes siguiente nos reitera la búsqueda de la santidad y la renovación de la oración:

"Queridos hijos, hoy los invito a glorificar a Dios. Que el Nombre de Dios sea santo en sus corazones y en su vida. Hijitos, cuando están en la santidad de Dios, Dios está con ustedes y les dona la paz y la alegría, que vienen sólo de Él a través de la oración. Por tanto, hijitos, renueven la oración en sus familias y su corazón glorificará el santo Nombre de Dios, y el paraíso reinará en su corazón. Yo estoy junto a ustedes e intercedo ante Dios por ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado" (Mediugorie, 25-5-97).

María cambia nuestra pastoral de programas y actividades febriles, fruto de la falta de experiencia interior y que nos pone en la vana competencia con el mundo, y establece la primacía de la oración del corazón, de la oración en familia, de la oración de grupo, en la cual el Espíritu Santo crea la comunión, verdadero signo del Reino de Dios. La oración de fe después pone en acción al Omnipotente, más que todas las iniciativas planeadas en el escritorio.

Los mensajes de María son una revolución pastoral en la época en la cual el hombre, que ha descubierto todo, piensa que tiene que hacer todo y no deja actuar a Dios. "Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores..." y "la herencia del Señor son los hijos, recompensa es el fruto de las entrañas" (Sal 126). Es Él que da fecundidad a la Iglesia y llama a aquellos que quiere en su viña. A nosotros nos pide sólo rezar para que mande obreros para la vendimia... Y nada más. Porque no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia (Rom 9,16).

(Eco de Medjugorje N° 134, pág. 1 - condensación)