TESTIMONIOS

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De County Mayo, Irlanda

Una mujer embarazada que sufría un largo y doloroso trabajo de parto atribuyó la rápida y feliz resolución del mismo a que alguien colocara la medalla en sus manos.

Otra madre herida por el dolor, que durante quince años oró para que su hijo se liberara de la dependencia del alcohol y la droga, informó que una semana después de "pedir a su hijo que la usara o, al menos, la llevara en su mochila", él entró en un centro de rehabilitación de alcohólicos y cambió su vida.

Otra mujer, con cáncer de hígado y con ictericia avanzada por los estragos de su enfermedad, informó que cuando los cirujanos la abrieron, "no había cáncer" y súbitamente el "color de su piel era perfecto".

Un muchachito en grave peligro y sin esperanza de sobrevivir, fue sanado cuando su madre colocó la medalla Matrix sobre una fotografía de él.

La sanación de almas no ha sido menos. Se informó sobre muchas conversiones espirituales.


De Mediugorie

Boris e Niksa han dedicado su tiempo a testimoniar su sanación y conversión, sea en las iglesias durante los encuentros de oración, sea en las escuelas, en los centros de educación y sobre todo en los encuentros de "Monar" (para los ex-tóxicodependientes) en cárceles y en prisiones.

Estos jóvenes, simpáticos y muy sinceros, eran felices y ponían de relieve, en cada uno de los lugares a que asistían, que consideraban como gracia y honor el hecho de poder compartir con los polacos la Buena Nueva del gran amor y piedad de Dios.

Después de uno de esos encuentros, muy fuertes, me hicieron ver un puño de aros que los jóvenes se ponen en las orejas, en la nariz y también en la lengua. "Mira", me dijeron, "he aquí otro éxito de la Gospa (Virgen).

Estos jóvenes, a los cuales habíamos hablado de nuestra conversión y de la comunidad, por sí solos se han sacado los aros y nos los han entregado a cambio de las medallitas de la Virgen, que les habíamos propuesto".

"¿Y qué harán con estos aritos?", pregunté. "Los ofrecemos a la Virgen sobre el monte de las apariciones".

Durante uno de los encuentros con los tóxicodependientes que estaban presos, Boris y Niksa, con palabras fuertes los pusieron frente a una elección en el momento en que regresen a la libertad:

"¿Qué opción tienen? Sólo una: ¡la vida o la muerte! No es posible liberarse de la tóxicodependencia por sí solos. Tus firmes propuestas no valen nada sin el apoyo espiritual, la oración y la ayuda de otros iguales a ti, pero ya sanados", decía con voz dura Boris a un joven cubierto de tatuajes.

"También yo un día, pensaba como tú y no lo logré. Sé muy bien lo que quiere decir ser prisionero. También yo estaba dentro, sólo que mi vida era una prisión militar. Y ves —dice extendiendo sus manos— aquellas manos que un día no sabían qué cosa robar, hoy hacen el bien. Ahora que Dios me ha resucitado, todo lo que hago sólo puede ser un agradecimiento por la vida. No se ilusionen que solos no podrán combatir el vicio. La mayor parte de mis compañeros, que no han tenido la suerte de estar en la comunidad, están muertos. Algunos se han suicidado, otros han sido asesinados.

"Pero ¿qué hacemos si ninguno nos quiere, si ninguno tiene necesidad de nosotros, si ninguno nos ama?" —preguntaban los tóxicodependientes polacos—. "¡No es verdad! Sus familiares están más heridos por este vicio que ustedes mismos".

"Entonces, ¿qué cosa debemos hacer?"

"¡Retornen a Dios, recen y creen una comunidad!". El encuentro terminó con la oración. Rezaron todos juntos: los tóxicodependientes prisioneros, los tóxicodependientes sanados y el personal de la prisión, todos repitieron a una sola voz: "... y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. ¡Amén!".