Queremos ser discípulos misioneros

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. Con el mandato de la Asamblea del Pueblo de Dios del año pasado queremos comenzar esta Cuaresma y el período de tres años, en el cual debemos poner en práctica las líneas de acción que la Asamblea nos ha marcado. Desde el inicio de este camino que recorrimos juntos, hemos invocado al Espíritu de Dios para que nos hiciera ver lo que nuestra Iglesia diocesana necesita. La libertad con que todos han manifestado su sentir y elegido los objetivos por lograr, nos da la fuerte convicción que estamos haciendo lo que Dios nos pide en este momento. Ahora hemos de seguir pidiéndole al Espíritu que nos ayude en la concreción del plan para llegar a buen término.

«Queremos ser discípulos misioneros»: este lema de la Asamblea es ahora nuestro propósito. En lo que hagamos, siempre debemos preguntarnos si obedece a lo que nos inspira Jesús. Porque no se puede evangelizar sino desde la unión íntima con el Maestro. Y a la inversa, la autenticidad de nuestra adhesión a Él se comprueba por nuestra disposición de compartir con los demás lo que Él nos comunica.

2. Permítanme que me adelante en esta carta con una de las propuestas votadas en la Asamblea, para prestarle especial atención ya durante esta Cuaresma. Me refiero a la línea de acción que propone: «Animar a los agentes de pastoral a la participación de una comunidad de referencia donde crezcan en su experiencia de fe». Si bien se mencionan en esta propuesta especialmente a coordinadores, catequistas, servidores etc., sin embargo, la importancia de una comunidad de referencia vale para todos, y por eso mismo, con tanta más razón para los agentes pastorales. Me incluyo a mí mismo.

Esta propuesta quiere ser un aporte para profundizar el crecimiento en la fe. Estamos hablando aquí, en primer lugar, de los que solemos participar en la misa dominical. Si bien estamos presentes, sin embargo tenemos muchas veces la sensación que falta algo para llegar a un encuentro más profundo con Cristo. A veces la iglesia está llena, y con algunos nos vemos la cara con frecuencia, pero son débiles los vínculos entre nosotros. ¿No será que por eso mismo la inmensa mayoría de los bautizados no participa en nuestras comunidades? Es evidente que debe pasar algo más, para que ellos y nosotros mismos sintamos la asamblea eucarística como centro y cumbre de la vida de nuestras parroquias y capillas. A esto nos referimos, cuando hablamos de la necesidad de pertenecer a una comunidad de "referencia".

3. ¿Qué entendemos por "comunidad de referencia"? Referencia expresa una relación o semejanza de una cosa con otra. Participar en una comunidad de referencia, quiere decir que una persona integra una comunidad, y la siente como un lugar donde puede hacer, junto a otros, la experiencia fuerte de la presencia de Cristo; una experiencia que la motiva a buscar y vivirla siempre y en todas partes. Para los cristianos el ejemplo de comunidad, por excelencia, es la que inició Jesucristo con los Apóstoles; modelo que ellos tomaron después para formar las iglesias domésticas entre las familias que adhirieron a la fe. «Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hch 2,42). Este ejemplo de vida apostólica ha sido durante 2000 años siempre de nuevo el ideal y aliciente para la renovación de la Iglesia. «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8): Juan Pablo II repitió esta palabra de la carta a los hebreos permanentemente durante la preparación y realización del Gran Jubileo. Formar comunidades donde podamos conocernos, compartir la Palabra, orar juntos y apoyarnos mutuamente en los compromisos particulares y comunitarios; de esto se trata. La razón de la pertenencia a una pequeña comunidad radica en la convicción que ahí, también hoy, se cumple la promesa de Jesús: «Donde hay dos o tres que se reúnen en mi nombre, ahí estaré Yo».

4. La Conferencia de Aparecida en 2007 dice con fuerza y claridad: «Para la Nueva Evangelización y para llegar a que los bautizados vivan como auténticos discípulos y misioneros de Cristo, tenemos un medio privilegiado en las pequeñas comunidades eclesiales» (307). «Ellas son un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy. Ellas son lugares de experiencia cristiana y evangelización que, en medio de la situación cultural que nos afecta, secularizada y hostil a la Iglesia, se hacen todavía mucho más necesarias» (308). «Así la parroquia, por otra parte, como desde hace años nos lo hemos propuesto en América Latina, llegará a ser "comunidad de comunidades"» (309).

5. La propuesta en sí no es novedosa en nuestra diócesis de Quilmes. Pero debemos reconocer que vale también entre nosotros lo que dice Aparecida: «se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a la Iglesia Católica» (100). «La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera» (370). Todos los emprendimientos pastorales que en los más de treinta años de nuestra Iglesia local han agrupado a los fieles, —sea como Comunidad Eclesial de Base o en una Asociación o en un Movimiento o como una Capilla— ahora han de preguntarse si el motivo de sus reuniones es realmente el encuentro con Jesucristo y su Palabra. Y donde no hay pequeñas comunidades, los agentes pastorales deberían crearlas entre familias que quieran poner en común su fe y responder a los problemas que las aquejan. «No se trata sólo de estrategias para procurar éxitos pastorales», dice Aparecida, «sino de la fidelidad a la imitación del Maestro, siempre cercano, accesible, disponible para todos, deseoso de comunicar vida en cada rincón de la Tierra» (372).

6. Mis queridos hermanos y hermanas: Les pido que acepten de buena gana esta propuesta, como el eje central de la planificación y acción de la pastoral en esta Cuaresma. Reúnanse en este tiempo en pequeños grupos, una vez por semana. Compartan la Palabra. Invoquen al Espíritu Santo para que los ilumine y anime. Si se dejan guiar por Él, descubrirán su presencia en el corazón propio y de los otros, y sentirán el gozo que tenía Jesús, cuando los discípulos volvieron después de haber evangelizado en su nombre.

Invoco a la Santísima Virgen para que nos acompañe en esta nueva etapa de nuestra Iglesia, y los saludo con mi afecto de padre y hermano.

Monseñor Luis T. Stöckler
obispo de Quilmes
(27-Ene-2009)