Si Dios no les pide
a todas las familias que se trasladen
a otro
país es porque ya las puso en su lugar de misión, en donde trabajar por el Reino
y dar testimonio
Nuestra vida, ¿despierta
hambre de Dios
en los demás?
Una relación nueva
y comunitaria
entre
familias
será un poderoso testimonio del amor de Dios en acción entre
nosotros
Todos los matrimonios de nuestra comunidad estábamos impactados por el testimonio leído en aquella reunión. En cierta revista, una nota contaba varios casos de familias misioneras, que dejaban su propio país para ir a misionar a otras tierras. Un matrimonio italiano en Centroamérica, un médico con su esposa e hijos misionando en África. Aquello fue muy fuerte por todo el tema del desarraigo y por la entrega que implicaba. Pero no era menos fuerte el final de la nota: si Dios no les pide a todas las familias que se trasladen a otro país es porque ya las puso en su lugar de misión, en donde trabajar por el Reino y dar testimonio.
Esto nos ponía en una dimensión nueva de no achancharnos, de evangelizar en nuestros ambientes… de hacerle un espacio real al testimonio en nuestra vida familiar.
Toda la Iglesia tiene la misión de anunciar y testimoniar, y las familias no son una excepción a este llamado. Pero… ¿cómo hacerlo?
No hay un método, una receta, ya que cada situación concreta tiene sus particularidades. Cada familia tiene que hacer su propio camino, aunque también es cierto que algunas pistas o señales pueden ayudarnos.
En primer lugar, y como básica de la familia, la búsqueda de la voluntad de Dios. Esta "disposición" es lo que puede hacer que Dios sea siempre el centro, continuamente y a pesar de los momentos difíciles (que nunca faltan). Tener esa "disposición" nos va a llevar a veces a vivir situaciones que no imaginábamos, nos hará en más de un momento ser testigos, porque el centro no ha cambiado. Pero si las "preocupaciones de la vida" ahogan la semilla del Evangelio, no nos extrañemos de que los frutos del testimonio brillen por su ausencia.
Si bien el mensaje del Evangelio tiene eficacia por sí mismo, también es cierto que debe darse cierta "comunión" entre el que anuncia y el que recibe el mensaje. A esto nos referimos con crear puentes o lazos.
Es decir, que una familia que nos conozca, aunque sea un poco, por haber compartido juntos algunos momentos, o por tener algunos intereses en común, estará más abierta para recibir nuestro testimonio. Casi por regla general, la gente desconfía de las personas que no conoce, y el testimonio es considerado como poco creíble si no hay antes un puente de comunión entre las personas. El hecho de crear lazos es ya de por sí evangelizador, va con las actitudes del amor que nos hace tender puentes a los demás.
«Luis y su esposa tienen dos hijos. Hace varios años que sutilmente los invitamos a alguna reunión de oración o algún retiro, pero nunca pudieron venir. Sin embargo, siempre tratamos de cultivar nuestro vínculo y relación con ellos. Hace poco la situación económica en casa de ellos se puso muy difícil. Nos pusimos en campaña para ayudarlos en su búsqueda de empleo, preguntando a conocidos, haciendo algunas llamadas telefónicas… También sentimos que nuestra preocupación por ellos tenía que ser más concreta, y decidimos que de nuestras tradicionales compras en el supermercado debíamos compartir algo de lo comprado con ellos, aunque esto significara para nosotros un "ajuste" extra en el mes. El día que les llevamos los alimentos nos preguntaron por qué lo hacíamos. Les contestamos que queríamos poner en práctica todo lo que decimos y creemos sobre el compartir y el amor. A los pocos días nos llamaron para preguntarnos si podían venir al retiro de Pascua con nosotros, ¡es que esta vez casi ni los invitamos! Este año por primera vez hicieron su Pascua en familia».
Hacer puente con otras familias es conocer sus necesidades, sus preocupaciones, y amarlos allí con hechos concretos. Testimoniar con la vida y no sólo de palabra.
No es que las familias cristianas deban ser un tanto raras o un poco desubicadas; sin embargo, sin dejar de ser gente común y corriente, hay en estas familias "algo" que cuestiona su entorno. Este algo, difícil de definir, se deja ver en los pequeños detalles de la vida cotidiana. Una mamá nos comentaba que su hijo de 6 años había vuelto a su casa preguntando ¿por qué nosotros no rezamos antes de comer como en la casa de David? Por supuesto este tipo de cosas van llevando a conversaciones más profundas de las que generalmente se tienen al esperar a los chicos salir de la escuela.
«Pablo y Marcela hace poco se mudaron a una ciudad del interior, y están dedicando mucho tiempo y energía en el trabajo por el Reino… A veces la cosa se complica un poco por el tema laboral. Pablo es ingeniero y tiene un cargo de responsabilidad en una gran empresa de la zona, lo que hace de su horario de trabajo algo elástico e impredecible. Ah, además tienen cinco hijos… Pablo cuenta que no puede dejar de poner primero el Reino antes que nada, y sin embargo le va muy bien en su trabajo. Recientemente su jefe lo llamó para preguntarle "en qué andaba", porque si bien no tenía ninguna queja en su contra, al contrario, también se notaba que "en algo" andaba. Entonces Pablo le cuenta sobre la evangelización, los grupos, los retiros con jóvenes… Y su jefe le pregunta: ¿pero alguien te paga por esto? Al terminar la conversación se despide diciendo: Realmente no te entiendo… pero… ¿podrías invitar a mi hijo a uno de esos encuentros?»
Nuestra vida, ¿despierta hambre de Dios en los demás?
Nuestra forma de vivir, ¿cuestiona a alguien?
La relación comunitaria entre familias puede ser un testimonio para muchos, en medio de este mundo individualista y competitivo de hoy.
Gestos de compartir los bienes, gestos de ayuda mutua ante las necesidades cotidianas, son gestos que cada vez extrañan más y cuestionan a nuestro medio ambiente.
Por eso hay que estar atento a que la relación con otras familias de nuestra comunidad no se "naturalice", es decir no se haga un formalismo más, una "relación social" más. Una relación nueva y comunitaria entre familias será un poderoso testimonio del amor de Dios en acción entre nosotros. Así podremos decir con Jesús "vengan y verán". De más está decir, sólo la presencia de Dios entre nosotros puede darnos esta relación nueva, y que el centro de la vida de una comunidad así está en la Palabra y la oración.
Construir la porción de Iglesia que de por sí es una familia, requiere mucha dedicación, pero no se contradice con la construcción del Reino desde un servicio a la comunidad y a la Iglesia. Al contrario, los hijos reciben el testimonio de ser parte de un pueblo "en marcha", de un nuevo Reino que nosotros también, desde nuestro lugar de familia, estamos edificando.
Este servicio puede ser en pareja o individual, pero en todos los casos es la familia la que está sirviendo.
Al igual que nuestros aportes económicos o diezmos, que son para sostener la obra de Dios, también el aporte de nuestro tiempo y talentos sirven de sostenimiento a la obra del Señor. Quien está a cargo de su familia entiende mejor, desde la propia experiencia, lo que es "sostener" o "hacerse cargo" de la comunidad, donde Dios reconoce un corazón sincero.
El Señor ama al que da con alegría, y si nuestro servicio es desde una verdadera entrega y no desde el "debe ser", será un testimonio para los que nos conocen. Pero si la alegría se transforma en una carga demasiado pesada (uf, tengo que ir a una reunión), ¿qué reciben de mí los demás? Por otra parte, Jesús fue quien dijo: "Mi yugo es suave y mi carga liviana", ¿no?
Los jóvenes de nuestras comunidades necesitan del testimonio de familias constructoras del Reino. Son las familias del mañana, que si no ven en nosotros un modo distinto de ser familia, terminarán acoplándose a la corriente de estos tiempos en donde los hombres prefieren prescindir de los planes de Dios.
¿Qué testimonio de familia daremos? ¿Familias replegadas en sí mismas? ¿Familias sólo preocupadas por la situación económica? No, nuestras familias son de las otras.
Adriana
Bourgeois y Daniel
Poli |
© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |