«No podía defraudar a Jesús, a todos mis hermanos enfermos, ni tampoco podía enterrar la gracia que Jesús me había regalado»

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 122
 

Orar por los enfermos

Hace ya 10 años que oro por los enfermos y cada año hay algo distinto que Jesús quiere pulir y purificar en esta misión. Al principio, cuando nació este servicio, éramos unos cinco hermanos, después ya fuimos diez y hasta quince en algún momento. Pasados los primeros 2 o 3 años fuimos quedando menos servidores, hasta llegar a ser solamente dos los que orábamos por los enfermos.

Fue difícil poder mantenernos fieles al llamado del Señor. Primero porque vivíamos retirados uno del otro: José Luis en una punta de la ciudad de Rosario (Argentina) y yo, en la otra. También teníamos distintos horarios de trabajo y el cansancio nos jugaba en contra, pero Dios cuando sella el corazón, lo hace una vez y para siempre.

Ahí es donde empieza nuestra parte, la disponibilidad, perseverancia, constancia y entrega por amor a Jesús. Es ahí también cuando empiezan nuestros "peros": "pero si no viene nadie, para qué nos vamos a reunir a orar…" En ese tiempo el Señor nos decía en su Palabra: «Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo». Así seguimos, gracias a Jesús que nos animaba y fortalecía en su Palabra.

Llegado el año 1998 y al comienzo de las reuniones de nuestra comunidad, me preguntaron cuándo comenzarían las reuniones para orar por los enfermos. En ese momento les dije que ya les iba a avisar. Al otro día, en mi trabajo, pensé que ya hacía muchos años que llevo adelante este servicio y que estaba cansado de que seamos dos los que oramos durante todo el año. Pero… ya saben, aparecen los "peros"; sin embargo éste fue el que me llevó a pensar: ¿cómo voy a dejar lo que Jesús viene haciendo hace años, y cómo van a quedar aquellos que esperan mi oración?

No podía defraudar a Jesús, a todos mis hermanos enfermos, ni tampoco podía enterrar la gracia que Jesús me había regalado. Me puse a orar y a preguntarle a Jesús qué tenía que hacer. Al final de la oración, el Señor me decía en la Palabra de los Hechos de los Apóstoles 9,10-19: «El Señor le respondió: Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel».

El lunes siguiente a la noche era la reunión de oración. Por la mañana me puse nuevamente a orar por esa reunión y por los que me acompañarían —ese día íbamos a interceder especialmente por los enfermos de la vista o los que tenían problemas de visión—. Cuando terminé de orar abrí la Palabra en Juan 9,1-41: curación de un ciego de nacimiento. Lo que más me marcó fue el versículo 3: «ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios». Quedé nuevamente sorprendido por el Señor.

Esa noche del lunes oramos con mucha fuerza y confianza en Dios y al final otra vez su Espíritu nos hablaba en Lucas 8,40-56: curación de una mujer y resurrección de la hija de Jairo. Recordé entonces a Inés —una señora a quien no conocía pero sabía que se tenía que operar de nódulos en las tiroides y en la parótida— y cuando todos se fueron la llamé por teléfono. Cuando me atendió le dije que me llamaba Daniel, que habíamos estado orando por ella y que cada lunes iba a ofrecer mi ayuno para que Jesús la sanara, como lo vengo haciendo siempre por gracia de Dios. También Patricia, mi compañera de trabajo, me empezó a acompañar en el ayuno por los enfermos, todos los días lunes.

Después de un tiempo, ella escribió este testimonio:

«Después de unas minivacaciones con mi familia, en marzo, al volver a casa comencé con fiebre y algunos ganglios inflamados a los que no les di importancia, ya que pensaba que estaría incubando una angina. Después de un mes seguía teniendo unas pocas líneas de fiebre, por lo que decidí visitar al médico. Él, como yo, detectó que había muchos ganglios inflamados, más de los que creíamos.

«Luego de muchos estudios encontraron que tenía nódulos en la tiroides y en la parótida, por lo que necesitaba una cirugía. Lo primero que pensé fue en los chicos y en mi esposo. El dolor que la noticia les causaría, el no poder estar con ellos cuando se van a dormir y les doy el beso de buenas noches, el acompañarlos al colegio, etc… Estas cosas hacían que me doliera el corazón.

«Mi amiga me había invitado a vivir un retiro espiritual organizado por El Movimiento de la Palabra de Dios. Era la primera vez que asistía y yo necesitaba acercarme a Dios. Fue una vivencia inolvidable recibir tanto afecto, tanta entrega. Me contaron que algunos hermanos oraban por los enfermos, que hacían ayuno por ellos. Pensé: 'Es algo muy fuerte dedicar un ayuno hasta por los que no conocen'. Más profunda fue mi emoción cuando me enteré que mi amiga, Patricia, Daniel y tantos otros que no conozco del Movimiento se reunían a orar por mi salud. Así que pensé en devolver tanto amor y dedicación ofreciendo un día de ayuno por ellos. Sentí que era la mejor manera de devolverles un poco de lo tanto que me habían regalado.

«Actualmente, estoy haciendo un tratamiento que permite reducir el tamaño de los nódulos y no haría falta la cirugía. De todas maneras ya no me importa, mi fe en estos meses ha crecido y estoy preparada para lo que Dios me envíe. Comprendí lo que alguna vez escuché sobre el poder que tiene la oración».

Todo esto y mucho más hizo Jesús en este año. Él sigue mostrándose vivo en la oración y en su Palabra. Él es el Hijo de Dios, el único y verdadero. ¡Bendito y alabado por los siglos de los siglos! Amén.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Daniel Scotti
Cristo Vive Aleluia!
Nº 122, p. 19 (2000)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.