«El Señor me sorprendió con
un llamado más profundo: a hacerme cargo
de la misión universal del anuncio de
la Palabra.
Quiero ser
una
discípula misionera»
Ante los llamados alocados que Dios tiene para mi vida, no dudo en decirle que sí; uno de esos fue la misión. Por segundo año quería entregarle a Dios las primicias, no se puede explicar la alegría que se siente cuando se le entrega al anuncio de la Palabra lo mejor de nuestro tiempo.
Desde el primer momento que llegamos a Avellaneda tenía la sensación de que me estaban recibiendo como en mi propia casa, no en un lugar desconocido ni lejano, sino en un lugar cercano y querido por Dios.
En cada visita el Señor afianzó el llamado a la vida misional. Antes tenía la sensación de que sólo podía con la misión en los días que estaba en Avellaneda, pero me sorprendió con un llamado más profundo: a hacerme cargo de la misión universal del anuncio de la Palabra. Quiero ser una discípula misionera. De todos los rasgos del discípulo, reconocí que en éste me sentía plena, completada por Dios. Pero es un llamado que se extiende a lo cotidiano, a la expresión de Dios en quienes comparto lo habitual, en donde muchas veces desprecié el anuncio, en donde me cansé de tirar las redes; Jesús quiere que vuelva una y otra vez a esos lugares para poder reconocerlo y gritar como Juan: ¡ES EL SEÑOR! (Jn 21,7).
Dios me habló en cada niño, en cada joven y en cada situación difícil que me tocó recibir. Para esto sólo contaba con mis dos monedas, y por supuesto con el Espíritu que no dejó de poner mociones en mi interior de herramienta.
Todo esto, como es de esperar, sola no se puede, sería imposible anunciar a Dios sin la experiencia de la vida comunitaria. Es sólo desde ese lugar en donde logré lanzarme a cada día de la misión. Es ahí en donde Dios me puso de cara a mis propios dones, como así también a mis límites. En experiencias tan sencillas como posponer lo mío para dar paso al hermano, el Señor me mostraba cómo abrazar mis límites y caminarlos desde la comunidad.
Para terminar quiero animarlos a dejarse sorprender en el llamado a la misión que Dios tiene para cada uno. Todos lo tenemos, sólo hay que decir SÍ, porque cada día me descubro plena y feliz por lo que Él hace; por eso no callemos lo que hemos visto y oído.
¡Que el Espíritu arda en sus corazones!
Linda C. |
La misión se llevó a cabo del 3 al 14 de enero de 2009 en
Avellaneda,
Santa Fe (Diócesis de Reconquista).
© El Movimiento de la
Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este
testimonio puede reproducirse
a condición de mencionar su procedencia.