«La experiencia
de la misión
fue la de vivir
el llamado
a anunciar
el Evangelio
a toda criatura
y a tiempo
y a
destiempo»
Después de casi seis años de camino de fe, junto al Señor dentro de El Movimiento de la Palabra de Dios, y de muchísimos regalos de parte de Jesús para mi vida, tuve el privilegio de comenzar el 2011 teniendo la experiencia de vivir el discipulado en santidad y, como no podría ser de otra manera, en comunidad. Fue en la misión a Ituzaingó (Corrientes), en la primera quincena de este enero.
A pesar de que no me fue fácil poder alcanzar lo que Dios quería de mi vida en este verano, Él con su providencia me fue abriendo los caminos para que yo alcance su querer en esos días, e hizo que las entregas que me tocaron ¡se multiplicaran en un ciento por uno devueltas en Gracias!
Nunca antes había tenido la oportunidad de salir de misión, más que para invitar al retiro de Pascua en la Zona de Misión a la que pertenezco, así que todo fue muy nuevo para mí. Pero, a medida que avanzaban los días, la comunidad misionera fue afianzando los vínculos fraternos e invitándonos a todos a vivir en santidad nuestra convivencia, manifestándolo en el servicio de todos los días y sosteniéndonos mutuamente no sólo en lo espiritual sino también en lo físico. Desde lo espiritual con oraciones llenas del Amor y la presencia del Espíritu Santo, que nos movía siempre a más. Hasta el compartir de la vida de cada uno, que iba generando en cada uno dar gloria a Dios por las promesas cumplidas en la vida de los demás.
La experiencia de la misión, en concreto, fue la de vivir el llamado a anunciar el Evangelio a toda criatura y a tiempo y a destiempo, casi las 24 horas del día. Pero lo que más me sorprendió y quemó mi corazón de alegría en esos días, en cada casa que visitábamos con su Palabra, con una oración o con el simple hecho de recibir la vida de otra persona que necesitaba compartirla, fue que Jesús me visitaba y misionaba a mí mismo en cada persona que visitaba, si yo podía dar el paso de buscarlo en la sencillez de quienes nos recibían. Y fue algo increíble e inesperado: Jesús hablando en cada testimonio de fe de aquellas personas, de las opciones que hacían por Cristo sin siquiera darse cuenta o saberlo, todo esto me fue ganando el corazón día a día.
Cristo se aparecía detrás de la sonrisa de un niño, o en un joven que se encontraba con la experiencia de mirar a Jesús vivo hoy lleno de alegría, o en el testimonio de vida de fe de algún adulto o anciano del lugar que nos invitaba a nosotros a permanecer en Dios a pesar de todo lo que pueda venir. Era ver cómo Jesús abarcaba ampliamente mi vida, me incendiaba el corazón y los labios con el anuncio de su Evangelio, y me invitaba a creer más allá de todo.
¿Cómo no alabarte con todo el corazón, Jesús? ¿Cómo no postrarme ante tu Señorío y grandeza en mi vida? ¿Cómo no seguir ofreciéndote la vida si tengo la certeza de que en vos nada me falta? ¿Cómo no quedarme donde vos vivís? ¡Si es el único lugar donde quiero pasar el resto de mis días en la Tierra! ¡Qué hermoso que fue descubrir que vivís en el corazón del que sencillamente decide permanecer a pesar de todo! ¡Qué hermosa experiencia de santidad me hiciste vivir y qué maravillosa la invitación de continuar viviendo de esta manera por toda mi vida!
Agustín M. |
© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este testimonio puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.