«Les aseguro que cada vez
que lo hicieron
con el más pequeño
de mis hermanos
lo hicieron también
conmigo»
(Mt 25,40)
A principio de este año llevamos a la práctica el proyecto que el Señor nos presentó el año pasado: servir en los enfermos a Jesús crucificado. Un pequeño grupo de hermanos comenzamos a ir a las salas de cardiología del Hospital Ramos Mejía de Buenos Aires, que nos fueron asignadas por el capellán del mismo. En los primeros días teníamos un poco de temor al servicio desconocido para nosotros. Pero a medida que servíamos, ese temor fue desapareciendo para transformarse en compasión y respeto por el hermano que sufre: «Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado que se está edificando sobre el poder salvífico del amor» (Carta sobre el sentido cristiano del sufrimiento. Cap. 5,26).
Vamos una vez por semana, acercándonos principalmente al hermano enfermo que no tiene visitas, con la caridad y la fortaleza de la Palabra de Dios. Poco a poco, el llamado del Señor nos va plenificando y confortando; cada vez que uno de ellos nos cuenta de su enfermedad, es Jesús el que nos habla sobre el dolor de su cruz. Esto aumenta nuestra necesidad de acompañarlos para que, utilizándonos como instrumentos, el Señor transforme el sentido de su sufrimiento.
«Puede afirmarse que junto con la pasión de Cristo todo sufrimiento humano se ha encontrado en una nueva situación» (Cap. 5,19). «El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar de ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido» (Cap. 5,19).
Actualmente hemos visto la posibilidad de ir dos domingos por mes a la misa del hospital, ocupándonos de que aquellos enfermos que quieran asistir, puedan hacerlo. El sábado pasado a la noche compartimos con los hermanos de la sala de hombres una guitarreada, ocasión en la que el Señor hizo presente su Palabra y en especial su amor, tanto para ellos como para nosotros, dando frutos de compañerismo y de disposición entre los que pudieron compartirla.
Jesús a través de su Espíritu y la protección de María sigue abriendo camino con este servicio dedicado a los más pobres del Señor. «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos lo hicieron también conmigo» (Mt 25,40).
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