La enfermedad
no es sólo
una participación
en la Pasión
de
Jesús,
sino también
en la Pascua
de un Cristo
resucitado y
un hombre nuevo
Como comunidad de servicio de visita a los enfermos de El Movimiento de la Palabra de Dios, recibimos el llamado a ser portadores de buenas noticias y esperanza. Buscamos transformar así, la vida estructurada y rutinaria en un encuentro creativo y espontáneo con un hijo predilecto de Jesús que necesita comunicarse, descargar su angustia o simplemente sentir la cercanía de una mano o la comprensión de un gesto, o también por qué no, un sano sentido del humor que despierte una sonrisa.
Es importante para el que visita, prepararse para comprender y reconocer los sentimientos de los enfermos. El dolor revuelve la vida y logra sacar del corazón mucho de lo que en él dormía callado.
Jesús acompañó a los enfermos animándolos, escuchándolos, perdonándolos, comprendiéndolos, transformando la enfermedad en purificación y liberación, en un llamado a la conversión y a la paz.
Anunciamos que la enfermedad no es sólo una participación en la Pasión de Jesús, sino también, en la Pascua de un Cristo resucitado y un hombre nuevo, un hombre convertido y dispuesto a construir el Reino.
Sin olvidar el aspecto de la espiritualidad de la cruz y del sentido redentor del sufrimiento, tratamos de acentuar el misterio central de nuestra fe: la resurrección supera el escándalo de la cruz. Sobre esta base, tratamos de ayudar a descubrir en el dolor, un tiempo propicio para revisar la vida y limpiar el corazón. Haciéndonos eco de las bienaventuranzas, llamamos «dichosos a los que tienen un corazón limpio, porque verán a Dios» (Mt 5,8). Ayudar a comprender la dimensión pascual de la enfermedad y la muerte, es ayudar a abrir el corazón a la promesa de la Vida perdurable.
Desde el carisma de El Movimiento de la Palabra de Dios, nuestro llamado es a:
• acompañar fraternalmente al hermano enfermo en el misterioso camino angosto de la cruz hacia la luz;
• respetar las lágrimas, cuestionamientos y silencios del otro, transformándolos en una oración viviente al Padre, porque Cristo está sacramentalmente presente en el enfermo de una manera especial;
• hacer viva la Palabra de Dios que nos pone en camino, con la sentencia anticipada del Juicio final: «porque estuve enfermo y me visitaron» (Mt 25,36).
Y así cuando los enfermos:
• se sienten pobres y pequeños, aunque dispongan de todo el confort y todos los bienes materiales, Jesús los anima: «Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos» (Mt 5,3).
• renuncian a sus propios deseos y proyectos, Jesús los exalta: «Felices los que tienen hambre y sed de hacer la voluntad del Padre, porque Dios los saciará» (Mt 5,6).
• sienten la humillación y la limitación de su propio organismo, Jesús los conforta: «Felices los humildes porque heredarán la tierra» (Mt 5,5).
• viven muchas horas de tristeza y espera angustiosa, Jesús les da esperanza: «Felices los que están tristes, porque Dios los consolará» (Mt 5,4).
• derraman lágrimas por el dolor y la incertidumbre que los vence, Jesús se apiada: «Felices los que lloran, porque reirán» (Lc 6,21).
No se trata de un mensaje de resignación pasiva, sino de buscar el equilibrio que armonice la fe con la ciencia. De aprovechar la enfermedad para crecer en la conversión y en la fe. Dios no ha querido la enfermedad, y es capaz de transformar la culpa en arrepentimiento y gracia; el dolor y el sufrimiento, en fuente de salvación y resurrección.
«Los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos» (Is 55,8). En su plan de redención, «Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman» (Rom 8,28). Somos mensajeros de la entrega de amor que el Padre nos hizo en Cristo Jesús para que la aceptación de ese amor divino que es la plenitud del amor, elimine el temor (cf. 1 Jn 4,18).
La enfermedad y el sufrimiento enfrentan al hombre con lo incomprensible y lo insondable. Al encontrarse con el profundo misterio, se encamina hacia la cercanía del Dios verdadero. «¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor?» (Rom 11,33-34).
Algunos cuando sufren se rebelan; otros se cuestionan; otros confrontan con Dios y hasta exigen mágicas respuestas. De algún modo nadie permanece indiferente y la eterna Sabiduría se vale de distintos caminos, para el mismo fin: hacerlos llegar al Padre. «Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me sobrepasan y que ignoro» (Job 42,3).
Toda persona que vive la situación límite de la enfermedad y la cercanía de la muerte, puede ser acompañada en el amor y ayudada a encontrar el paso de Dios en su historia hasta llegar a la entrega esperanzada y la oración serena: «Alma mía, recobra la calma, que el Señor ha sido bueno contigo» (Salmo 116,7).
Silvia Adami de Pace |
© Il Movimento della Parola di Dio, una comunità pastorale e discepolare cattolica. Questo documento inizialmente è stato pubblicato dalla relativa Editrice della Parola di Dio e può essere riprodotto a condizione che accenni alla relativa origine. |