Imprevistamente nos encontramos con 77 jóvenes secundarios y universitarios provenientes de Flores, Belgrano
y San Miguel.
Un número que superaba nuestras expectativas y nuestros deseos

Fue un gran paso del Señor.
La mayoría de
los chicos divide
su vida en dos partes: ANTES
Y DESPUES
de Semana Santa


Aparece nuevamente como signo de bendición
y confirmación
del Señor,
el crecimiento
en número.
Terminamos el año recibiendo
gente nueva
en cada reunión

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 41
 

Nacimos en una Pascua

«El Movimiento de la Palabra de Dios comúnmente reconoce en su historia: Un tiempo de gestación (set. a Dic. de 1973), su nacimiento en la fiesta de Pascua (1974), y la conciencia de su Identidad actual (1976)» (Estatutos, "Presentación de la Obra").

La Pascua

Las vacaciones de comienzos de 1974 no fueron extrañas a la experiencia iniciada el año anterior en el Colegio Janer (cf. CVA 39 pp.6-7). Durante las mismas tuvieron lugar dos sucesos de amplia repercusión en el futuro.

El primero fue un retiro realizado en el mes de enero con una comunidad de religiosas en Mburucuyá. Fueron ocho días profundos y ricos en vivencia y contenido espiritual. Y sirvieron para seguir descubriendo y acrecentando el conocimiento y la experiencia de la oración comunitaria espontánea.

El segundo fue el concretar un anhelo de la Hna. Alcira: poder realizar un retiro de Pascua con alumnas de su Colegio. Ese deseo se amplió a la participación de jóvenes de otros lugares. Y así, imprevistamente nos encontramos con 77 jóvenes secundarios y universitarios provenientes de Flores (Colegio Janer), Belgrano (Colegio Hijas de Jesús) y San Miguel (Colegio Mons. Terrero). Era un número que superaba nuestras expectativas y nuestros deseos.

Pascua I, como se llamó en adelante ese Retiro, se desarrolló bajo un lema: Jesús me da su libertad. Resultó una experiencia de conversión y de gozo, de libertad interior y de alabanza espontánea a Dios. No fue un retiro más.

«El Retiro incluía una exposición diaria de acuerdo al misterio litúrgico del día; reflexión personal y comunicación grupal: eso por la mañana. Por la tarde oración por grupos (el conjunto se dividía en cinco) y celebración litúrgica. La noche nos reunía en una rudimentaria asamblea de oración espontánea a los 83 integrantes del Retiro: los jóvenes y los seis coordinadores adultos (sacerdote, religiosas y catequistas)».

«Esto no dice ni puede decir nada del conjunto de gracias que el Señor derramó en esos días. De oración personal y comunitaria; de sentimiento general y aspiración de comunidad cristiana; sobre todo: cambios personales, liberación humana, descubrimiento de la alabanza y una relación personal con Jesús que ha renovado la fe de muchos».

«El impacto del paso pascual del Señor se ha sentido en los medios de los jóvenes: las clases de catequesis han debido asumir la oración común como necesidad de los catequizandos; algunos padres se han inquietado positiva y negativamente por el cambio de sus hijos. Los grupos de oración han crecido numéricamente. Uno de ellos cuenta con más de cincuenta integrantes y es necesario dividirlo» (Diario Pastoral, La Pascua del '74).

La Hna. Graciela describía así ese Retiro en un Informe de fines del año 1974: «Fue un gran paso del Señor. La mayoría de los chicos divide su vida en dos partes: ANTES Y DESPUES de Semana Santa. Por todos pasó el Señor. En algunos la obra fue más evidente y eficaz; otros se quedaron atados a lo emocional más que a lo trascendente».

«El ambiente, el clima del Retiro fue de alegría, espontaneidad, frescura y entusiasmo. El Viernes Santo comenzó a hacerse patente la obra del Señor. Por todos lados pululaban pequeños grupos o chicos solos alabando y bendiciendo al Señor… Por la noche del Sábado Santo, los aleluias pascuales resonaban en la casa con verdadero gozo de Resurrección. El lema del retiro, Jesús me da su libertad, prendió en los corazones. Jesús no sólo nos dio su libertad, nos dio también el ser testigos del Poder que lo resucitó».

«La vuelta a los hogares fue sorprendente por la alegría y el cambio constatado. La vuelta al Colegio cambió la vida y la relación de los cursos. En la catequesis de la semana, los participantes contaron su experiencia y terminaron orando con todo el curso (esto se repitió espontáneamente en todos los cursos que tuvieron participantes en el Retiro)».

«Después de Semana Santa, los coordinadores de los distintos grupos zonales descubrimos la importancia de permanecer en equipo, de mantener viva la comunicación entre nosotros y de hacer de lazos de unión entre los grupos. El transmitir a los chicos las experiencias vividas por otros hermanos los alentó y los hizo sentirse parte de una Iglesia que se renueva como Cuerpo» (*).

En una época de crisis religiosa en la misma Iglesia y desasosiego social en el medio ambiente, los jóvenes del retiro habían recibido un impulso nuevo para vivir su fe. Ahora regresaban cantando y expresando su alegría pascual en los micros y en los trenes.

En la Pascua, con el paso del Señor, habían nacido los grupos juveniles de oración que comenzaron a reunirse en Flores (2 grupos), Belgrano y San Miguel.

El primer año

El desarrollo de ese año dejó la huella de lo que después serían las jornadas generales del Movimiento: Pascua, Pentecostés, Asunción de María y Navidad ("Jornada Final").

Pentecostés comenzó a tener un nuevo significado de vida en los jóvenes. Ese año, el día de aquella fiesta —que pasaba desapercibida en muchos cristianos— «concurrí a la reunión del grupo universitario de Flores. Éramos unos doce. Leímos una carta testimonial de Mary Lofano y el Señor nos concedió una oración de mucho gozo. Después se comentaba que el Espíritu Santo nos había regalado su presencia de Consolador. Pentecostés era una realidad de vida».

«En más pequeña escala se repitió la experiencia el martes siguiente, con un grupo de profundización oracional: unas 15 chicas de 4° y 5° año tomadas de las 60 que suelen concurrir semanalmente».

«El sábado de esa misma semana nos reunimos con el grupo de Belgrano. Eran entre 15 y 20 jóvenes. La reunión duró unas cinco horas. La oración grupal fue muy intensa, jubilosa, fraterna, pentecostal. El Señor concedió expresarse en lenguas a un estudiante universitario (LS). Y dos días más tarde, a la coordinadora del grupo (MG) que esa noche se veía llena de gozo del Espíritu. Fue una hermosa preparación para la fiesta de la Santísima Trinidad» (Diario Pastoral, Del 1 al 6 de junio).

La Hna. Graciela sintetizaba así el tiempo de Pentecostés de la pequeña planta nacida en la Pascua:

«Nos damos cuenta de que en el grupo de secundarios hay 30 nuevos. La fiesta litúrgica, que hasta ahora no había tenido mayor significación, ocupa un lugar importante en la vida de los chicos. El Espíritu Santo forma parte activa en su vida cristiana. Muchos de los primeros han dejado de venir porque 'no sienten nada'. Las contradicciones de la vida diaria han dejado a muchos por el camino. Pero la inquietud ha quedado sembrada. El Señor los rescatará después colmando y superando todas las posibilidades. Algunos no han logrado salir de una experiencia gratificante sujeta más o menos a sus estados de ánimo. Otros progresan a pasos acelerados en la fe. En los más crecidos aún se nota cierta preocupación por su propio crecimiento más que por el grupo en general».

«Por otra parte, uno o dos solos no tienen todavía fuerzas como para liderar un grupo centrándolo en la alabanza. Vemos necesario colaborar en el crecimiento de los que han alcanzado más profundidad y en los que el Señor parece poner mayores posibilidades. Surge, así, un grupo de profundización que se reúne una vez al mes y recibe más información, algunos elementos de discernimiento y oración en mayor libertad» (*).

Hacia mitad de año el grupo más numeroso de Flores estaba en crisis, y había quedado reducido a la mitad. Era una crisis de clarificación y de crecimiento en la fe. Los cristianos en general, y los jóvenes en particular, no están acostumbrados a vivir la fe como un desarrollo madurativo de la persona y de un grupo. Fácilmente se entra en crisis de compromiso por razones emocionales, o se resuelven las etapas de crecimiento transformando la vida cristiana en un cumplimiento o en una actividad religiosa. Se evade así la vida, la interioridad y la educación comunitaria.

«La jornada del 15 de agosto, a la luz litúrgica y maternal de María, enfoca, clarifica y resuelve esta primera encrucijada del crecimiento. Los jóvenes adquieren entonces una conciencia nueva de responsabilidad y compromiso. Caen en la cuenta de que el modelo de vida al que aspiran es el que se pregona en Hechos 2,42-44ss» (*).

Después de esta crisis de camino, comienza un tiempo de ascenso.

«El Señor no se deja vencer en generosidad y responde ampliamente a la fidelidad de algunos, de muchos de los chicos que no dejan la oración personal diaria. Algunos chicos crecen incluso en virtudes. Oran en fe y están atentos a las necesidades de sus compañeros. Se dan cuenta de que deben ceder incluso las cosas y experiencias que los unen, en favor del grupo que los rodea».

«Se va dando todo un giro. A medida que el Señor se va haciendo cargo del grupo, aumenta la alabanza y disminuyen los altibajos emotivos y la dispersión» (*).

El proceso del grupo de Belgrano es más homogéneo. Como grupo más pequeño y compacto, crece en hondura de oración y en sentimiento de comunidad. El grupo de San Miguel, a su vez, no llega a compatibilizarse como tal, y deja de reunirse cuando su coordinadora religiosa deja de atenderlo.

Así se desliza ese primer año hasta fines del mes de octubre, en que realizamos un retiro destinado a profundizar la experiencia de oración de ese año. Nacía lo que hoy llamamos el Retiro de Profundización, para los grupos que están en la faz inicial de la oración comunitaria en el Movimiento.

«Del 29 al 31 de octubre tuvimos un retiro con 40 jóvenes de 4° y 5° año pertenecientes a los grupos de oración del colegio Janer de Flores: 30 chicas y 10 muchachos. Del 31 a la noche al 2 de noviembre a la tarde, otro retiro con 25 universitarios y preuniversitarios. El Señor los reunió en comunión de oración comunitaria. y varios de ellos quedaron 'marcados' con el gozo del Espíritu Santo renovador. Una noche de oración con cada grupo. Renovación de la fe, afianzamiento de la fortaleza, aspiración muy marcada a la fraternidad…» (9).

Los días siguientes mostraron otros frutos del Retiro. El Espíritu, al que buscábamos ser alegremente dóciles, espontáneamente derramó en Flores y en Belgrano sus carismas en un "nuevo Pentecostés", en la expresión del Cardenal Suenens.

«La semana siguiente al Retiro fue toda del Espíritu. El Señor derramó sus dones y su plenitud, personal y grupalmente. 'La tierra ha dado su fruto'. Un don que recibido, no es ya la plenitud sino un punto de partida y exige una vida de mayor responsabilidad en la fe».

«Las oraciones semanales siguientes —tanto en Flores como en Belgrano— fueron plenas de Espíritu. Aparece nuevamente como signo de bendición y confirmación del Señor, el crecimiento en número. Terminamos el año recibiendo gente nueva en cada reunión. Los muchachos llegan a ser 16 de un colegio (San José de Calasanz) más otros que acompañan a sus parejas. Esperan la Navidad de modo completamente nuevo. Los saludos están teñidos de experiencia religiosa y expectación del Salvador» (*).

Hace 10 años, en 1974, experimentamos en nosotros la fecundidad de la semilla que el Padre sembró (Lc 1,38) en tierra humana (Jn 1,14) con el vigor del Espíritu Santo (Lc 1,35). Por eso, los 77 jóvenes de ese año se hicieron 105 al año siguiente, 200 en 1976, 500 en 1980 (incluyendo ya adultos), y un millar en 1983.

«Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido
con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo,
para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia.
En su amor, Él nos predestinó a ser
sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad,
que nos dio en su Hijo muy querido.
En Él, ustedes, los que escucharon
la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la Salvación,
y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello
por el Espíritu Santo prometido»

(Ef 1,3-6.13).

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados, y la extraordinaria grandeza del poder con que Él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su Espíritu para alabanza de su gloria (cf. Ef 1,17-19).

El P. Ricardo, fundador del MPD

P. Ricardo
Cristo Vive Aleluia!
Nº 41, p. 6 (1984)

(*): Diario Pastoral, Informe de la Hna. Graciela.

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.