Llama la atención
el alto porcentaje
de jóvenes que permanece orando (50%),
su inserción efectiva
en la parroquia,
y que siguen haciendo proceso.
Una de las claves está en presentar
a un Dios vivo
y no sólo
hablar
de Él
Con este título comenzamos a encargarnos —en enero de 1982— de la catequesis de Confirmación en la Parroquia de Loreto, Avellaneda. Desarrollamos un plan pastoral que consta de una serie de anuncios, charlas y trabajos en grupos. La orientación que seguimos la delata el título. Creímos conveniente desterrar la idea de "curso". Pensamos que la fe no es algo que se concibe solamente en la razón, a través de un adoctrinamiento. Es un conocimiento real de la Persona de Cristo vivo, Salvador, Amigo y Rey, que me enamora, me llama y me guía. No hay maestros ni alumnos. Hay catequistas que anuncian y jóvenes que reciben ese anuncio. No gestamos un "tener que hacer"; sino un: "¡qué bueno es el Señor!".
Hablamos de proceso, porque toda vivencia se plasma en un camino que no finaliza nunca y que me compromete de por vida.
Decimos que es comunitario porque lo realizamos en unidad (que no es lo mismo que estar juntos), compartiendo entre todos lo que Dios hace en cada uno. Creemos realizar así el mandato de Puebla: «La catequesis debe llevar a un proceso de conversión y crecimiento permanente y progresivo en la fe» (DP 998).
La metodología que empleamos es sencilla: nos reunimos todos en la capilla del Colegio y comenzamos con una oración comunitaria. Luego se da el anuncio o la charla y se dividen en grupos, cada uno coordinado por dos catequistas. Allí se comenta lo dicho por el anunciador y se responden las preguntas que deja al finalizar. Se concluye haciendo un plenario general y orando en común espontáneamente.
Esta forma de oración despierta en ellos la necesidad de relacionarse más fraternalmente. Se suelen escuchar frases como: "¡qué bien estamos aquí!", "no veo la hora de que llegue el sábado para encontrarme con Dios y con ustedes", "siento una necesidad muy grande de contarle a todos lo que me está pasando"…
Nuestro plan busca que el joven se evangelice e invite a evangelizar, mediante la proclamación de la Palabra y la predicación de la verdad sobre Cristo, la Iglesia y el hombre. Estos conceptos, que fueron el centro del proceso, los integramos con las sugerencias que nos propone el documento del Episcopado Argentino para la prioridad Juventud.
(N. del E.: aquí faltan unos párrafos).
Y ver cómo iban viviendo "en familia" lo que recibían sábado a sábado. Fue un encuentro sumamente positivo. Nos encontramos, casi sin darnos cuenta, anunciándoles el Evangelio a estos hombres y mujeres que nos escuchaban con suma atención. Algunos de ellos, asombrados, contaban el cambio que se iba dando en sus hijos: "ahora estudia más"; "nos trata mejor"; "¡se hace la cama y se limpia la pieza!". Se los veía felices y agradecidos. Nosotros bendecíamos al Señor por la obra que estaba haciendo en estos padres que, después de mucho tiempo, se acercaban nuevamente a la Iglesia.
Muchos de los confirmados se integraron a los grupos parroquiales (cosa que consideramos necesaria para asegurar la continuidad de la vida y la formación), y otros continúan con nosotros el proceso de post-confirmación, que es un nuevo grupo en la estructura parroquial.
Al comenzar el año se habían anotado 90 jóvenes. En octubre permanecían fieles 80, concurriendo semanalmente y cambiando en forma continua a la luz del Evangelio.
En el mes de agosto tuvimos la gracia de dar un Retiro de tres días a estos jóvenes, a pesar del escepticismo de muchos que nos aconsejaban no hacerlo. Los resultados fueron muy buenos. Al finalizar el año y luego de recibir la Confirmación de Mons. Di Monte, celebramos un fogón abierto a todos, en el que se intercalaron testimonios y canciones del Señor.
También nos reunimos con sus padres, para que supieran de qué se trataba este proceso. Esta reunión nos sirvió, asimismo, para evaluar a nuestros jóvenes. Nos dimos cuenta de algo muy importante y que abarcaba todo el proceso comunitario: sólo por medio de la oración en común se pudieron ir redondeando todas aquellas cosas que nosotros no podíamos hacer por falta de experiencia o simplemente porque no sabíamos.
La opinión de otros responsables en la parroquia podría sintetizarse así: "… sigan adelante porque no es fácil ver algo así". Llaman la atención el alto porcentaje que permanece orando (50 por ciento), su inserción efectiva en la parroquia, y que siguen haciendo proceso. Creemos que una de las claves está en presentar a un Dios vivo y no sólo hablar de Él.
El equipo que llevó adelante este proceso —además de nosotros dos— era un grupo de ocho personas. Pero nos dimos cuenta de que es precisamente el Espíritu Santo quien gestó esta obra vivificándola en cada corazón.
Este año 1983 vinieron a Pascua unos 90 jóvenes, de los cuales 60 permanecen orando semanalmente en tres grupos: Pre-oración, Iniciación Secundarios y Universitarios. Fue una Pascua de profundidad en la que se integraron todos. Gracias a que muchos invitaron y anunciaron el Sacramento recibido, este año son ¡200! los que se preparan para confirmarse, distribuidos en 8 grupos a cargo de 3 catequistas orantes.
Le pedimos al Padre tener docilidad para saber escuchar su voluntad y cumplir con este servicio para la Iglesia. También contamos con tu oración.
«NOSOTROS NO PODEMOS CALLAR LO QUE HEMOS VISTO Y OÍDO» (Hch 4,20).
Guillermo Papagallo |
© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia. |