Nuestro fundador: el Padre Ricardo

Un 24 de noviembre de 1933 en Rawson, provincia de Chubut, de la Patagonia Argentina, nacía quien sería el fundador de El Movimiento de la Palabra de Dios… En su juventud, la providencia de Dios lo llevó a estudiar a Buenos Aires. Allí, mientras cursaba el segundo año de la carrera de Abogacía, lo sorprendió el llamado del Señor a entregar su vida por el Reino. El 13 diciembre de 1969, Ricardo Lorenzo Mártensen recibió la ordenación sacerdotal en el Colegio Máximo de San Miguel, en Buenos Aires.

Con el tiempo, se dedicó a trabajar con jóvenes, y unos años más tarde, cambió el rumbo de su vida cuando el Señor le mostró un nuevo camino… “Sentí como una gracia de Dios que emergía desde mi interior… Ocurría que los jóvenes se acercaban y querían reunirse conmigo…”, se le escuchó decir.

Su amor a la Palabra de Dios y la tarea pastoral con los jóvenes suscitó “ese misterioso atractivo que el fundador ejerce sobre cuantos participan en su experiencia espiritual”, según las palabras de Juan Pablo II dadas en el Congreso mundial de Movimientos eclesiales y Nuevas comunidades de 1998. Esta corriente espiritual fraguó el desarrollo de lo que hoy es el Movimiento.

    Ricardo, el mayor de cinco hermanos, nació en una familia humilde, de bajos recursos económicos. Su papá, de quien heredó el nombre, trabajaba en el correo y Délida, la mamá, era ama de casa. Así, a la hora de continuar los estudios universitarios se había anotado para obtener una beca y estudiar en la Universidad estatal. A los 17 años le llegó la aprobación y viajó a Buenos Aires desde la Patagonia. Habitó en una pensión, trabajó para sostenerse y enviar dinero a su familia.

    Siempre lo marcó la búsqueda incansable de descubrir la voluntad de Dios en todo tiempo. De hecho, luego de recibir el llamado al sacerdocio, él mismo relata: «Comencé a preguntarme por mi vocación sacerdotal, qué hacer, en dónde ingresar. Así fue como empecé a leer historias de santos fundadores de congregaciones como San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Sales… También me pregunté si no estaría llamado a una vida contemplativa y a vivir solo para Dios.»

    En medio de esa búsqueda llegó a sus manos un folleto sobre el carisma de San Ignacio de Loyola. Hubo dos aspectos que lo conmovieron: vivir buscando la mayor gloria de Dios y saber discernir para alcanzar ese propósito. Luego de dos años de discernimiento y espera, Ricardo ingresó en la Congregación de la Compañía de Jesús, en donde realizó su formación al sacerdocio.

    A partir de su servicio sacerdotal, comenzó a dar retiros espirituales para jóvenes en colegios secundarios. Es en este sendero por donde la providencia lo llevó hasta el Colegio Ana María Janer de Buenos Aires. Con un grupo de alumnas de ese lugar se inició la primera experiencia de oración grupal y espontánea que fue el germen de los grupos juveniles de oración.

    Así también, cuando daba clases de Teología en la Universidad del Salvador, conoció a Mercedes Guinle y a la hermana Graciela Rodriguez, con quienes inició el recorrido de lo que hoy es el Movimiento de la Palabra de Dios. (cf. Nuestra historia).