Toda auténtica cultura, si quiere ser realmente
para el hombre,
ha
de estar
abierta a Dios
Anunciar
la Palabra de Dios exige siempre que nosotros mismos seamos los
primeros en emprender
un renovado éxodo, en dejar nuestros criterios y
nuestra imaginación limitada para dejar espacio en nosotros a la presencia de
Cristo
109. El anuncio joánico referente a la encarnación del Verbo, revela la unión indisoluble entre la Palabra divina y las palabras humanas, por las cuales se nos comunica. En el marco de esta consideración, el Sínodo de los Obispos se ha fijado en la relación entre Palabra de Dios y cultura. En efecto, Dios no se revela al hombre en abstracto, sino asumiendo lenguajes, imágenes y expresiones vinculadas a las diferentes culturas. Es una relación fecunda, atestiguada ampliamente en la historia de la Iglesia. Hoy, esta relación entra también en una nueva fase, debido a que la evangelización se extiende y arraiga en el seno de las diferentes culturas, así como a los más recientes avances de la cultura occidental. Esto exige, ante todo, que se reconozca la importancia de la cultura para la vida de todo hombre. En efecto, el fenómeno de la cultura, en sus múltiples aspectos, se presenta como un dato constitutivo de la experiencia humana: «El hombre vive siempre según |
una cultura que le es propia, y que, a su vez crea entre los hombres un lazo que les es también propio, determinando el carácter inter-humano y social de la existencia humana» [354]. La Palabra de Dios ha inspirado a lo largo de los siglos las diferentes culturas, generando valores morales fundamentales, expresiones artísticas excelentes y estilos de vida ejemplares [355]. Por lo tanto, en la perspectiva de un renovado encuentro entre la Biblia y las culturas, quisiera reiterar a todos los exponentes de la cultura que no han de temer abrirse a la Palabra de Dios; ésta nunca destruye la verdadera cultura, sino que representa un estímulo constante en la búsqueda de expresiones humanas cada vez más apropiadas y significativas. Toda auténtica cultura, si quiere ser realmente para el hombre, ha de estar abierta a la trascendencia, en último término, a Dios. |
110. Los Padres sinodales ha subrayado la importancia de favorecer entre los agentes culturales un conocimiento adecuado de la Biblia, incluso en los ambientes secularizados y entre los no creyentes [356]; la Sagrada |
Escritura contiene valores antropológicos y filosóficos que han influido positivamente en toda la humanidad [357]. Se ha de recobrar plenamente el sentido de la Biblia como un gran códice para las culturas. |
111. Un ámbito particular del encuentro entre Palabra de Dios y culturas es el de la escuela y la universidad. Los Pastores han de prestar una atención especial a estos ámbitos, promoviendo un conocimiento profundo de la Biblia que permita captar sus fecundas implicaciones culturales también para nuestro tiempo. Los centros de estudio promovidos por entidades católicas dan una contribución singular —que ha de ser reconocida— a la pro- |
moción de la cultura y la instrucción. Además, no se debe descuidar la enseñanza de la religión, formando esmeradamente a los docentes. Ésta representa en muchos casos para los estudiantes una ocasión única de contacto con el mensaje de la fe. Conviene que en esta enseñanza se promueva el conocimiento de la Sagrada Escritura, superando antiguos y nuevos prejuicios, y tratando de dar a conocer su verdad [358]. |
112. La relación entre Palabra de Dios y cultura se ha expresado en obras de diversos ámbitos, en particular en el mundo del arte. Por eso, la gran tradición de Oriente y Occidente ha apreciado siempre las manifestaciones artísticas inspiradas en la Sagrada Escritura como, por ejemplo, las artes figurativas y la arquitectura, la literatura y la música. Pienso también en el antiguo lenguaje de los iconos, que desde la tradición oriental se está difundiendo por el mundo entero. Con los Padres sinodales, toda la Iglesia manifiesta su consideración, estima y admiración por los artistas «enamorados de la belleza», que se han de- |
jado inspirar por los textos sagrados; ellos han contribuido a la decoración de nuestros templos, a la celebración de nuestra fe, al enriquecimiento de nuestra liturgia y, al mismo tiempo, muchos de ellos han ayudado a reflejar de modo perceptible en el tiempo y en el espacio las realidades invisibles y eternas [359]. Exhorto a los organismos competentes a que se promueva en la Iglesia una sólida formación de los artistas sobre la Sagrada Escritura a la luz de la Tradición viva de la Iglesia y el Magisterio. |
113. A la relación entre Palabra de Dios y culturas se corresponde la importancia de emplear con atención e inteligencia los medios de comunicación social, antiguos y nuevos. Los Padres sinodales han recomendado un conocimiento apropiado de estos instrumentos, poniendo atención a su rápido desarrollo y alto grado de interacción, así como a invertir más energías en adquirir competencia en los diversos sectores, particularmente en los llamados new media como, por ejemplo, la Internet. Existe ya una presencia significativa por parte de la Iglesia en el mundo de la comunicación masiva, y también el Magisterio eclesial se ha expresado más de una vez sobre este tema a partir del Concilio Vaticano II [360]. La adquisición de nuevos métodos para transmitir el mensaje evangélico forma parte del constante impulso evangelizador de los creyentes, y la comunicación se extiende hoy como una red que abarca todo el globo, de modo que el requerimiento de Cristo adquiere un nuevo sentido: «Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas» (Mt 10,27). La Palabra divina debe llegar no sólo a través del lenguaje |
escrito, sino también mediante las otras formas de comunicación [361]. Por eso, junto a los Padres sinodales, deseo agradecer a los católicos que, con competencia, están comprometidos en una presencia significativa en el mundo de los medios de comunicación, animándolos a la vez a un esfuerzo más amplio y calificado [362]. Entre las nuevas formas de comunicación de masas, hoy se reconoce un papel creciente a Internet, que representa un nuevo foro para hacer resonar el Evangelio, pero conscientes de que el mundo virtual nunca podrá reemplazar al mundo real, y que la evangelización podrá aprovechar la realidad virtual que ofrecen los new media para establecer relaciones significativas sólo si llega al contacto personal, que sigue siendo insustituible. En el mundo de Internet, que permite que millones y millones de imágenes aparezcan en un número incontable de pantallas de todo el mundo, deberá aparecer el rostro de Cristo y oírse su voz, porque «si no hay lugar para Cristo, tampoco hay lugar para el hombre» [363]. |
114. El misterio de la Encarnación nos manifiesta, por una parte, que Dios se comunica siempre en una historia concreta, asumiendo las claves culturales inscritas en ella, pero, por otra, la misma Palabra puede y tiene que transmitirse en culturas diferentes, transfigurándolas desde dentro, mediante lo que el Papa Pablo VI llamó la evangelización de las culturas [364]. La Palabra de Dios, como también la fe cristiana, manifiesta así un carácter intensamente intercultural, capaz de encontrar y de que se encuentren culturas diferentes [365]. En este contexto, se entiende también el valor de la inculturación del Evangelio [366]. La Iglesia está firmemente convencida de la capacidad de la Palabra de Dios para llegar a todas las personas humanas en el contexto cultural en que viven: «Esta convicción emana de la Biblia misma, que desde el libro del Génesis toma una orientación universal (cf. Gn 1,27-28), la mantiene luego |
en la bendición prometida a todos los pueblos gracias a Abrahán y su descendencia (cf. Gn 12,3; 18,18) y la confirma definitivamente extendiendo a "todas las naciones" la evangelización» [367]. Por eso, la inculturación no ha de consistir en procesos de adaptación superficial, ni en la confusión sincretista, que diluye la originalidad del Evangelio para hacerlo más fácilmente aceptable [368]. El auténtico paradigma de la inculturación es la encarnación misma del Verbo: «La "culturización" o "inculturación" que promueven con razón será verdaderamente un reflejo de la encarnación del Verbo, cuando una cultura, transformada y regenerada por el Evangelio, genere de su propia tradición viva expresiones originales de vida, celebración y pensamiento cristianos» [369], haciendo fermentar desde dentro la cultura local, valorizando las semillas del Verbo y todo lo que hay en ella de positivo, abriéndola a los valores evangélicos [370]. |
115. Si la inculturación de la Palabra de Dios es parte imprescindible de la misión de la Iglesia en el mundo, un momento decisivo de este proceso es la difusión de la Biblia a través del valioso trabajo de su traducción en las diferentes lenguas. A este propósito, se ha de tener siempre en cuenta que la traducción de las Escrituras comenzó «ya en los tiempos del Antiguo Testamento, cuando se tradujo oralmente el texto hebreo de la Biblia en arameo (Neh 8,8.12) y más tarde, por escrito, en griego. Una traducción, en efecto, es siempre más que una simple trascripción del texto original. El paso de una lengua a otra comporta necesariamente un cambio de contexto cultural: los conceptos no son idénticos y el alcance de los símbolos es diferente, ya que ellos ponen en relación con otras tradiciones de pensamiento y otras maneras de vivir» [371]. |
Durante los trabajos sinodales se ha debido constatar que varias Iglesias locales no disponen de una traducción integral de la Biblia en sus propias lenguas. ¡Cuántos pueblos tienen hoy hambre y sed de la Palabra de Dios, pero, desafortunadamente, no tienen aún un «fácil acceso a la Sagrada Escritura» [372], como deseaba el Concilio Vaticano II. Por eso, el Sínodo considera importante, ante todo, la formación de especialistas que se dediquen a traducir la Biblia a las diferentes lenguas [373]. Animo a invertir recursos en este campo. En particular, quisiera recomendar que se apoye el compromiso de la Federación Bíblica Católica, para que se incremente más aún el número de traducciones de la Sagrada Escritura y su difusión capilar [374]. Conviene que, dada la naturaleza de un trabajo como éste, se lleve a cabo en lo posible en colaboración con las diversas Sociedades Bíblicas. |
116. La asamblea sinodal, en el debate sobre la relación entre Palabra de Dios y culturas, ha sentido la exigencia de reafirmar aquello que los primeros cristianos pudieron experimentar desde el día de Pentecostés (cf. Hch 2,1-13). La Palabra divina es capaz de penetrar y de expresarse en culturas y lenguas diferentes, pero la misma Palabra transfigura los límites de cada cultura, creando comunión entre pueblos diferentes. La Palabra del Señor nos invita a una comunión más amplia. «Salimos de la limitación de nuestras experiencias y entramos en la realidad que es ver- |
daderamente universal. Al entrar en comunión con la Palabra de Dios, entramos en la comunión de la Iglesia que vive la Palabra de Dios… Es salir de los límites de cada cultura para entrar en la universalidad que nos relaciona a todos, que une a todos, que nos hace a todos hermanos» [375]. Por lo tanto, anunciar la Palabra de Dios exige siempre que nosotros mismos seamos los primeros en emprender un renovado éxodo, en dejar nuestros criterios y nuestra imaginación limitada para dejar espacio en nosotros a la presencia de Cristo. |
[354] Juan Pablo II, Discurso a la UNESCO (2 junio 1980).
[355] Cf. Propositio 41.
[356] Cf. ibíd.
[357] Cf. Juan Pablo II, Fides et ratio, 80.
[358] Cf. Lineamenta 23.
[359] Cf. Propositio 40.
[360] Cf. Inter Mirifica; Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, Communio et progressio (23 mayo 1971); Juan Pablo II, El rápido desarrollo (24 enero 2005); Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, Aetatis novae (22 febrero 1992); Id., La Iglesia e Internet (22 setiembre 2002).
[361] Cf. Mensaje final, IV,11; Benedicto XVI, Mensaje para la XLIII Jornada mundial de las comunicaciones sociales 2009.
[362] Cf. Propositio 44.
[363] Juan Pablo II, Mensaje para la XXXVI Jornada mundial de las comunicaciones sociales 2002, 6.
[364] Cf. Evangelii Nuntiandi, 20.
[365] Cf. Sacramentum Caritatis, 78.
[366] Cf. Propositio 48.
[367] Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, IV,B.
[368] Cf. Ad Gentes, 22; Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, IV,B.
[369] Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de Kenya (7 mayo 1980), 6.
[370] Cf. Instrumentum laboris, 56.
[371] Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, IV,B.
[372] Dei Verbum, 22.
[373] Cf. Propositio 42.
[374] Cf. Propositio 43.
[375] Benedicto XVI, Homilía durante la Hora Tercia de la primera Congregación general del Sínodo de los Obispos (6 octubre 2008).
Este documento se ofrece instar manuscripti para su divulgación. Es una copia de trabajo para uso interno de El Movimiento de la Palabra de Dios, y ha sido depurada dentro de lo posible de errores de tipeo o traducción. Para facilitar su lectura las citas bíblicas se tomaron de El Libro del Pueblo de Dios.